Nicolás Alvarado
09 de octubre de 2009
“Madame Bovary incita al adulterio y a la mala administración de las finanzas personales. El halcón maltés promueve el robo organizado, el contrabando, la traición, la mentira y el recurso a los atractivos sexuales femeninos en tanto carnada para utilizar y después desechar a un hombre (este último, claro, no es sino un delito menor, si acaso un avatar más del girl power): arda en el infierno de las progresistas y los progresistos Dashiell Hammett por haber imaginado semejante atrocidad, arda dos veces en él John Huston por haber osado llevarla al cine, esa perniciosa máquina de condicionamiento skinneriano y control orwelliano. Otelo es cosa del demonio: su lectura predica con el ejemplo la intriga, la ambición, la celotipia, la misoginia y el asesinato; queda como urgente asignatura pendiente la realización de una investigación confiable que permita cuantificar cuántas pobres incautas —toda mujer, sobre todo si joven, es ya por malhadado designio biológico una pobre incauta en potencia— hubieron de perecer a manos de bestias hambrientas de sangre y de sexo (corrijo: de bestios hambrientos de sangre y de sexo), rehenes de una vanidad (por definición) masculina desmesurada y despiadada, desatada por el satánico doctor Shakespeare y su secuaz, el temible Laurence Olivier.
NOta Completa:
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/45902.html
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