Por Alfredo Sánchez / Grupo Milenio
El sábado 30 de mayo Radio UdeG cumplió 35 años de vida. Una vida que comenzó en aquellas viejas instalaciones del Tecnológico que se movieron más tarde mediante un acontecimiento que me atrevo a calificar de triste: la demolición del antiguo edificio de la Escuela de Música encima del cual se levantó el edificio de cristal de doce pisos que hoy alberga, en su último piso, a la emisora universitaria. Son 35 años que reúnen historias varias, jubilosas muchas, agridulces otras.
Puede ser momento para recordar muchas cosas, mucha gente. Por ejemplo aquella Sala Juárez del edificio derrumbado, donde se realizaban conciertos de cámara de alumnos de la escuela y de profesionales invitados; donde había frecuentes conferencias y sesiones de cine y teatro; donde, en un tiempo en que la difusión cultural universitaria era escasa, había un reducto que colaboró a definir vocaciones o a despertar el interés por el arte, el pensamiento, la reflexión. Por ejemplo, aquellos viejos programas como Páginas Adentro de Álvaro González de Mendoza quien, sin más armas que un periódico, un micrófono y una atención lúcida, desgranaba e interpretaba las noticias del día desde “el rincón inaudito del cuadrante”, como llamaba a la frecuencia universitaria del 104.3. Por ejemplo, los desquiciados programas nocturnos que, al nombre de El festín de los Marranos abrieron un cauce inédito al humor radial que años después fue retomado, en horario de mediodía, con La Pitaya Yé Yé. Por ejemplo, la mucha gente que ha pasado por sus instalaciones en calidad de productor, reportero, conductor, ingeniero, colaborador, administrativo y que constituye una lista larguísima, rica e inacabable. Por ejemplo, las pérdidas, que también las ha habido, una de las cuales es muy reciente: la de don Manuel Ornelas, quien dio nueva vida a viejas grabaciones musicales en los programas en que participó. Y otros: trabajadores como El Capi, directivos como Nacho Arriola, colaboradores como Julio Haro, que se fueron antes que nosotros.
Todo ello está siendo recordado y festejado en estos días, una larga historia muchas veces vivida a contracorriente, desde la trinchera de esa clasificación que desde la vestusta ley ubica a las emisoras de este tipo como “culturales”, con todas las posibilidades y límites que ello supone. Por todo eso y mucho más, hoy me felicito y felicito a aquellos con quienes comparto todos los días el trabajo radiofónico. Felices 35.
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