ÁLVARO DELGADO
MÉXICO, D.F.,
31 de agosto (apro).- Además de la petulancia de hacer oír su voz y exhibir su rostro en radio y televisión, a toda hora y durante todo el día, Felipe Calderón agrede a los mexicanos con otra insolencia inaceptable: Invadir el espacio privado del hogar y del trabajo para imponer su desmesurada campaña de mentiras. Desde centros de telemercadeo –denominados calls centers en ese deleznable afán de agringarlo todo– se hacen llamadas telefónicas a los domicilios particulares con base en los directorios públicos, pero también –y esto es muy grave– a números privados que deben estar reservados por las compañías telefónicas, como Teléfonos de México. Sin que puedan descartarse delitos, son casos que vulneran el principio de respeto a la intimidad, un método cada vez más empleado por los políticos, como lo hicieron en la más reciente campaña Demetrio Sodi, el delincuente electoral que busca impunidad, y César Nava, otro panista que también cometió faltas que deben ser sancionadas.
http://www.proceso.com.mx/opinion_articulo.php?articulo=71905
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