La única salida, una televisión pública
Etcétera
Jesús Martín-Barbero (Ávila, España, 1937), aparte de ser un teórico fundamental de la comunicación, es un activista que defiende con pasión la televisión pública. Su apuesta no se concreta a escribir sobre el tema –que es abundante, complejo y propositivo– sino que se ha puesto en marcha, como el mayor de los indignados –por emplear un término en boga–, contra la avasallante presencia de la televisión privada.
El autor De los medios a las mediaciones ha capacitado personal para la televisión pública, orientado a jóvenes para la producción de contenidos y se ha reunido con funcionarios de los medios para que escuchen su propuesta de una televisión diferente, “una televisión pública territorializada”, que es la única posible en un escenario comercializado y unilateral.
Entrevistado en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, donde asistió al Congreso Internacional de Comunicación Intercultural “Nosotros y los otros”, Jesús Martín-Barbero hilvana con pasión un discurso claro, pleno de datos, reflexiones y experiencias sobre la televisión, principalmente en Colombia, donde ha librado batallas épicas por más de 20 años por la implantación de una televisión pública diversa.
La única alternativa, reitera, es que tengamos televisión pública y ligada a territorios, porque habrá que construir una televisión nacional desde abajo: “Creo que es desde abajo que vamos a hacer otro tipo de televisión y peleándolo mucho, porque los modos comerciales de hacer televisión son algo que la gente tiene metido en su propia mentalidad y no es fácil hacer otro tipo de televisión que les guste en su mejor sentido: que se reconozcan en ella”.
¿Cómo se registra la dinámica de la emergencia de la televisión pública en Colombia y su transición, en algunos casos, a televisión comercial?
Desgraciadamente, cuando escribí acerca de la televisión regional en Colombia fue antes de que existiera la privada, porque Colombia fue el último país de América Latina a donde llegó la televisión privada. Tuvimos la suerte de que hasta los años 90 la televisión era mixta, un invento colombiano de licitaciones que permitió la existencia de muchas empresas de televisión pequeñas y medianas, y de la competencia, en el mejor sentido de la palabra. Funcionó tanto a nivel de noticieros como de creación de dramas.
La televisión colombiana fue distinta mientras se conservó el modelo mixto. Emergían empresas más grandes, pero no desaparecieron las medianas y pequeñas, porque había contrapesos, y en el fondo, la democracia aún es un tema de contrapesos.
Cuando entra la televisión privada, no es sólo que la televisión nacional –la que se ve en todo el país– deja de ser esa televisión mixta, al convertirse en una televisión dictada por los dos grandes grupos económicos, sino que el modelo de televisión para las regionales será también ésa, pues es con ella que perversamente se compite en lo regional.
Usted vivió de cerca la gestación de una televisión regional. ¿Cómo fue esa experiencia?
Tuve la suerte en Cali, Colombia, de trabajar un año en la creación de Telepacífico, la televisión regional del sur. Trabajé en el consejo de programación hasta 1996; ese tiempo participé en un proyecto público de televisión regional, era un esquema con muchas limitaciones, pero la principal fue la persistencia de una visión narcisista: una televisión para “verse” y no para ver el país y el mundo desde esa región. Claro que después de tantos años de haber sido ausentes de la televisión “nacional” la respuesta lógica era el localismo como forma de enfrentar la distancia con los actores y las temáticas regionales.
¿Qué importancia tuvo la telenovela?
La telenovela fue la que más descentralizó la televisión en Colombia. Incluso me atreví a escribir: “Lo único en Colombia que preparó la Constitución de 91 fue la telenovela”, porque no fue sólo regional sino que comenzó a contar verdaderas historias de las regiones. La telenovela colombiana fue la primera que rompió con el modelo mexicano y venezolano, para acercarse más al brasileño, al ser una telenovela que tiene un lugar, un territorio y la historia de una época.
Esto fue buenísimo para el país porque empezamos a sentir que la otra Colombia, las otras Colombias, eran parte de uno; que los costeños eran mucho más complejos y diversos, y que además, había una dimensión de lo costeño en los de Bogotá, en los del Valle y los Santanderes. Esta fue una época fecunda de esa televisión mixta que permitió a pequeñas productoras –como la de la Fundación Social– hacer dramatizados semanales donde estaba la guerrilla, estaba el narco, pero en términos de análisis a la vez dramático y político. La gente disfrutaba viéndolo, porque había una muy buena narrativa con propuesta de autorreflexión.
La gente de Colombia tuvo muchos de estos dramatizados que, como “Señora Isabel”, tendría después remakes en México, Argentina, etcétera, por ser el primer dramatizado de televisión en América Latina en el que una mujer de 40 y tantos años, a quien ya le habían crecido los hijos, rehace su vida con un amante. Y esto fue un gran escándalo, pues el hecho de que los hombres de esa edad tuvieran amantes era “lo lógico”, pero que una mujer rompiera la hipocresía de la familia patriarcal resultaba impensable. Fue una lección sobre el derecho de la mujer, ya no sólo del hombre, a tener una segunda oportunidad de vida.
¿Qué sucede cuando surge la televisión privada?
Aparece una televisión muy “barata” porque el gobierno le había cobrado mucha plata por 15 o 20 años de concesión. Para resarcirse produjeron una televisión que no invertía o que invertía poquísimo. La otra televisión, la mixta, experimentaba con el lenguaje audiovisual, con la actuación, con todo. La privada no experimenta.
Por eso ahora el slogan que yo propago es: “El país que cabe en la televisión privada es un pedacito de país y además deformado”. No hay debate político, no hay reportajes, no hay informativos sino show de noticias insustanciales. El problema es que esta televisión es la que ve la mayoría de los colombianos, que no tiene plata para meterse en la de suscripción.
¿Qué pasa ahora con la televisión regional?
Las regionales se han constituido en feudo de los caciques políticos que mandan en las regiones; y su objetivo es tener muchos televidentes para no invertir dinero público sino que se financien con publicidad, como la televisión nacional privada. Y hacen lo mismo, pero en barato y en feo.
En esta nueva revisión del papel de la televisión pública, ¿es posible su coexistencia con la privada?
Lo que hay en este momento en Colombia que merezca la pena, pero muy poca, es el canal nacional Colombia,y eso sólo de 8 a 11 de la noche, cuando mucha de la gente, los sectores populares que trabajan muy duro, ya duermen porque se levantan a las cuatro de la mañana. Entonces, lo mejorcito que hay en la televisión cultural y educativa nacional –¡maldita sea lo que tiene de educativo y de cultural!– pasa en un horario de escasa audiencia para los sectores populares.
Pero lo que Colombia necesita no es una “televisión temática” (educativo/escolar y culturalista) sino una verdaderamente pública; esto es, en la que quepa el país que no cabe en la privada.
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