Convergencias mediáticas en tiempos de crisis
Sobre el ataque del pasado jueves al casino Royale en Monterrey se ha dicho, se sigue diciendo y se dirá mucho. En este espacio, sin embargo, no busco hacer juicios sobre la estrategia de seguridad de Felipe Calderón o hipótesis de las causas y culpables de la tragedia. Quiero abordar, específicamente, el papel de los medios (así de amplio) en la construcción del relato sobre la violencia generalizada que acuña al país. Analizaré por tanto el papel de las televisoras y sus contradicciones, sobre todo después de la firma del “Acuerdo para la cobertura informativa de la violencia”.
En torno a la cobertura televisiva que se le dio al caso Royale, encuentro varias discrepancias con el acuerdo mencionado (preveo que dicho acuerdo no es definitorio para el contexto mexicano, y sólo cubre los parámetros generales de un periodismo ético, tanto en países violentos como en los que no). Un primer conflicto que encuentro, tanto en el acuerdo como en el discurso televisivo, es llamar a los actos violentos cometidos por el crimen organizado como “terrorismo”. Como aclara Granados Chapa en su columna del 28 de agosto, no sabemos (ni las televisoras) las causas del ataque, por el poco abasto que se dan las autoridades para cubrir tanto hecho violento. Aun así, según la definición de la ONU, el terrorismo usa sistemáticamente el terror para coaccionar a sociedades, con el fin de imponer una ideología y derrocar al Estado y su forma de gobierno por otro. Dudo profundamente que los hechos ocurridos en Monterrey, en Torreón, en Juárez o en todo México, tenga que ver con un proyecto ideológico de nación. Es tal la complejidad del término, que algunos medios, como la BBC, sugieren en sus guías de estilo evitarlo. Al contrario, pienso que al definir estos actos como “terroristas”, las televisoras violan el principal objetivo del mentado acuerdo: establecer mecanismos que impidan que los medios se conviertan en instrumentos involuntarios de la propaganda del crimen organizado. Pues al desconocer las causas y descontextualizar los hechos, el discurso va infundiendo terror en la población, dañando, aun más, el tejido social. Esto me conduce a una segunda contradicción: si lo que pretenden es presentar información en su contexto correcto y en su justa medida, ¿qué criterios utilizaron para darle cobertura a los hechos? Como menciona Álvaro Cueva, periodista sobre televisión, la cobertura inmediata fue más que escasa (no se interrumpió la programaciónn). Acá vuelve a aparecer el eterno debate sobre si es más ético no informar para no convertirse en “promotores del delito” o si es responsabilidad de los medios informar con una cobertura apegada a los hechos y con el mayor análisis posible. En este caso, creo que la segunda opción compromete el trabajo del duopolio y por tanto, se van por la primera simplificando su trabajo de representación social. Con este punto concluiría este apartado vinculándolo a una tercera contradicción: en el acuerdo los medios buscan alentar la participación y denuncia ciudadana, sin embargo se reafirma su poca flexibilidad de ceder espacios a la ciudadanía. El día de ayer (29 de agosto) en el noticiero matutino de Televisa, Primero Noticias, se hizo una “condena” donde varios personajes se posicionaban ante lo ocurrido en Monterrey. Pudimos ver a Marcelo Ebrard, Santiago Creel, Humberto Moreira, Enrique Krauze, y hasta a Eugenio Derbez, Adal Ramones y Ana Gabriela Guevara, enviando un mensaje de repudio a lo sucedido y clamando por la unidad nacional. No recuerdo haber visto en pantalla a algún ciudadano regios, a los familiares de la víctimas u otro afectado por la violencia en el país.
Por último, y a manera de debate, quisiera recordar el reclamo que se suscitó en las redes sociales por el anunció del casino PlayCity, justo después de la cobertura sobre el Royale en el noticiero de Joaquín López-Doriga. Dicho casino es propiedad de Televisa, y esto abre todo un tema de discusión en la manera como la televisora se ha posicionado en las casas de apuesta. Eso será para después.
No está de más expresar solidaridad con las víctimas de éste y tantos otros hechos violentos que han sucumbido al país. Así como repudiar sus causas y compromisos.
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