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Etiqueta:Debate
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Género:Opinión
El Informador
Diego Petersen
12 de junio de 218
Tengo casi la misma opinión que Yeidckol Polevnsky sobre el último debate de candidatos a gobernador de Jalisco: a mí también me pareció soporífero, aunque procuré no dormirme porque la primera parte lo escuché en la radio mientras manejaba en medio de los estragos de la tormenta. Si hubiera estado en otro lugar, sin duda me habría echado como ella mi siestita de caballo calandriero, esos que hoy, como los demócratas, están en peligro de extinción.
Fueron tres los debates a gobernador organizados por el Instituto Estatal Electoral y uno más por las organizaciones de la sociedad civil. Ninguno levantó pasiones y todos cojearon de la misma pata: el exceso de corrección política. Son tan limitados los formatos, tan constreñidos a una aparente igualdad, que no sirven ni para contrastar ideas, ni para ver a los candidatos, sobre todo los punteros, responder bajo presión, defender sus puntos de vista, convencernos de que realmente son lo que dicen que son.
Algunos candidatos mejoraron con el tiempo: Salvador Cosío hizo su mejor debate, otros, como el doctor Lomelí no sólo empeoró, sino que conforme le exigían mostraba más y más sus debilidades. Pero más allá de eso fue evidente, por ejemplo, que el candidato del PRD, Carlos Orozco Santillán, el de la izquierda ilustrada (y sí, efectivamente sus ideas son del siglo de la ilustración) sobró en todos los debates.
Me queda claro que el Instituto Electoral está atado a una ley absurda acordada por los partidos. Pero después de esta experiencia valdría la pena que ellos mismos hicieran una valoración y presentaran ante el Congreso algunas modificaciones para que los debates sean de dos en dos y sobre los temas que importan a los electores en ese momento. En el del domingo había tantos temas que resultó imposible, suponiendo que hubiesen deseado hacerlo, debatir.
Que los ciudadanos hagan preguntas no es una mala idea, si se hace bien. Tanto en el debate ciudadano, como en el de Lagos nadie se preocupó, por ejemplo, por volver a redactar las preguntas para que fueran fácilmente comprensibles. Algunas fueron reiterativas y otras ni siquiera tenían que ver con el tema propuesto.
Sueño con un debate de dos y con sólo dos reglas: cada uno tiene 30 minutos que puede usar como quiera y no se vale interrumpir al que está hablando, usan su tiempo cuando quieran y como quieran, pero cuando se acaba, se acaba. El moderador, que sólo recuerda cuál es el tema y cuáles las reglas no tiene más papel que estar ahí para hacerlas cumplir.
Sueño con un debate que en lugar de hacerme cabecear me despierte.
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El Informador
Jaime Barrera
12 de junio de 218
Aunque se evolucionó en los formatos y se avanzó en el contraste de personalidades, trayectorias y denuncias, mucho se quedó a deber en cuanto a los contenidos en el ciclo de debates de la y los candidatos a la gubernatura del Estado, que concluyó la noche del domingo cuando en Lagos de Moreno abordaron, en su tercer encuentro, los temas de gobernabilidad y seguridad; desarrollo humano, educación e innovación; y finanzas, obra pública, transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción.
A juicio de especialistas en estos temas, como sucedió en los dos primeros debates, la y los aspirantes se quedaron cortos en la profundidad de sus propuestas y sólo enlistaron generalidades que poco contribuyeron a contrastar entre los planteamientos de unos con los otros. Lo que queda claro, de entrada, es que en lo que resta de campaña estos debates, muy reducidos en tiempo, se puedan complementar con foros de estas materias específicas, en las que los contendientes tengan más oportunidad para delinear mejor sus planteamientos de solución a los enormes retos y dificultades en cada uno de los temas abordados. En ese sentido significó un avance que, a diferencia de los dos debates anteriores, esta vez candidatos como Enrique Alfaro remitieron a una dirección electrónica para conocer a detalle su propuesta en el tema de seguridad, mientras que Salvador Cosío envió también previamente un documento con su plan en esta materia.
Pero quedó claro que sus exposiciones perdieron la oportunidad de presentar un diagnóstico de la grave situación de violencia e inseguridad por la que atravesamos y lo que harán para evitar que siga creciendo la base social de los grupos de la delincuencia organizada. Nadie, por ejemplo, mencionó el tema de los autogobiernos delincuenciales que controlan las principales cárceles de la Entidad, cuya recuperación es condición indispensable para aspirar a tener una ciudad y un Estado con más seguridad y menos violencia. Lejos de ser islas de legalidad, las prisiones de Jalisco están convertidas hoy en fuentes inagotables de recursos que aumentan el poder corruptor y de fuego del hampa. De gobernabilidad nadie dijo nada.
En el segundo bloque, el tema educativo dominó, y se dejó prácticamente de lado el desarrollo humano y la innovación. De lo escuchado destaco la propuesta de Miguel Castro de crear una institución que se encargue de las prepas, hoy en manos de la UdeG, y la promesa de Alfaro de que al término de su sexenio no exista una sola escuela que no sea de tiempo completo.
En la tercera parte del debate, nada se dijo de cómo romper los obstáculos para una verdadera rendición de cuentas y combate a la impunidad, más allá de la generalidad de limpiar el Poder Judicial. Rescatable, la propuesta de llevar a cabo licitaciones inversas en línea y la exigencia de Miguel Ángel Martínez de que se elija ya en el Congreso el fiscal independiente. Ojalá al menos ese beneficio concreto nos deje este tercer y último debate de cara a las elecciones del 1 de julio.
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