| Joven Migrante |
Por Gabriel Urrea
Miguel, de 22 años, no cumple con el perfil de migrante que habita en nuestro imaginario social; por lo tanto, no es representativo de los miles de jóvenes centroamericanos que año con año emigran hacia los Estados Unidos en busca de un mejor futuro. A diferencia de ellos, este futuro lo encontró en México, a donde emigró para acceder a la educación que jamás tendría en El Salvador.
En este país, en donde vivió de los tres a los dieciocho años, conoció lo que es la inseguridad; ya que desgraciadamente la mayoría de las noticias tenían que ver con la violencia extrema que hay en aquél país. Los mareros son la principal amenaza para la población de El Salvador, afirma Miguel, puesto que el poder de estos pandilleros radica en el miedo que tanto civiles como gobierno les tienen. Su crueldad y extrema violencia en ciertas zonas del país, ha provocado que ni siquiera la policía pueda acceder a ciertos lugares.
Sin embargo, la razón por la que Miguel emigró tenía poco que ver con el látigo que más fuerte azota al país guanaco. La educación en El Salvador es uno de los pilares más débiles de todo su sistema y lo que forzó a Miguel a buscar oportunidad en otras fronteras. La mayoría de las escuelas están en ruinas, sin techo, sin piso, sin servicios sanitarios, sin agua y con un Ministerio de Educación que no cumple con las exigencias salariales de los maestros, quienes tienen que pedir apoyos a los padres de familia para diversos recursos escolares como útiles y uniformes.
En busca de un sueño
[su_pullquote]Miguel nació en Guadalajara, Jalisco, pero migró a El Salvador desde los tres años de edad. Desde temprana edad, Miguel, de apellidos Vides Urzúa, mostraba cualidades extraordinarias para las matemáticas, la ciencia y la física. Sus calificaciones y promedio siempre estaban entre los mejores tres de su generación. Poco a poco, la electrónica fue arrebatándole el corazón, y un sueño comenzaba a tomar forma.[/su_pullquote]
No obstante, El Salvador no contaba con ninguna carrera similar o, incluso, oferta laboral para que él pudiera cumplir su objetivo. Fue en ese momento que Miguel se dio cuenta de que si quería cumplir aquella meta que se había propuesto, tendría que partir para siempre.
Él se dice privilegiado de haber nacido en una familia de nivel socioeconómico medio, de haber tenido la posibilidad de graduarse de todos los niveles de escolaridad, de haber asistido a una escuela privada, y, sobre todo, de haber tenido la oportunidad de perseguir su sueño fuera del país. Algo que resulta muy complicado para el 34 por ciento de la población que en El Salvador vive en condiciones de pobreza.
Sus principales opciones para emigrar estaban cruzando el océano, en Europa, donde el campo laboral era amplio, las becas para la carrera eran numerosas y el futuro se veía más claro. Empero, la delicada situación de salud de su madre fue factor para que decidiera México como destino.
Ella nació en Guadalajara, se casó con su padre de nacionalidad salvadoreña y se fueron juntos a vivir hacia el sur. Cuando ella enfermó, se hacía sus estudios en la Ciudad de México, ya que en El Salvador no había la tecnología y medicamentos necesarios. Fue entonces que Miguel decidió que su destino estaba en Guadalajara. De haber elegido algún otro lugar, se hubiera dificultado la comunicación con su familia y sería casi imposible que lo visitaran, algo que él no podía permitirse, dada la importancia que tiene para él, el vínculo más intrínseco de la vida.
Entre El Salvador y México
Ya con varios años en México, una de las cosas que más le llaman la atención a Miguel, son las vastas similitudes y diferencias que tiene el sistema político del país azteca con el de El Salvador. Para él, lo que sucede en ambos países es que se ha adoptado lo que él llama el modelo Latinoamericano de la política. Y es que las acciones llevadas a cabo por los gobiernos de la región han llevado a crear estereotipos de las personas que ahí habitan.
“Muchas veces que mencionan nuestra nacionalidad, en lo primero que piensan es corrupción, en países tercermundistas, en baja calidad de vida; y casi todos estos aspectos se les atribuye a los políticos y los gobiernos”, menciona. La idea conceptual de la política es guiar, establecer orden, crear estructuras para que las personas se desarrollen de manera correcta en una sociedad, pero desde su punto de vista, es algo que no se ha logrado, pero que debe y tiene que existir.
“Hay un dicho que dice: el pueblo obtiene lo que se merece, y efectivamente, somos muy ignorantes, no tenemos esas ganas de informarnos”, apunta. Su manera de pensar le indica que la solución no es alejarse de política, sino todo lo contrario. El estar bien informados garantiza derechos que se pueden exigir. Otorga las herramientas necesarias para poder resolver problemas y ayudar a los demás; por ello, para Miguel a la hora de señalar responsables, no debemos apuntar tanto a los que se encuentran en los altos rangos, sino que debemos voltear a vernos a nosotros mismos.
“La gente que cree que la política le debe resolver los problemas, está equivocada. Hace falta mucha educación. Si nosotros no hacemos algo para resolver nuestros problemas, somos parte del mismo”, recalca.
Miguel recuerda cómo en El Salvador los acontecimientos recientes reflejan su punto de vista. Al igual que en México, el partido que siempre había ganado las elecciones era el de derecha, hasta que en las elecciones de 2012 ganó el partido opositor, pero las cosas no cambiaron, según relata. Siguió la corrupción, los robos, a pesar de todos los cambios que se prometieron y la gente se dio cuenta. En el siguiente proceso electoral, la participación ciudadana que se registró para las elecciones en 2015 fue la más baja de la historia.
En México, el 2015 también fue el año con los mayores niveles de abstencionismo, pues el 49.12 por ciento del padrón electoral no acudió a votar. Miguel esa ocasión tampoco lo hizo porque residía en El Salvador; en estas elecciones de 2018, jóvenes como él representan el 30 por ciento del padrón electoral. Esta será la primera vez que Miguel participará en una elección en México.
En ese sentido, hay varios aspectos que Miguel admira de la política mexicana. Acorde a su visión, los debates presidenciales de aquí son mucho mejores porque le dan la posibilidad a los candidatos de evidenciar los puntos débiles de sus propuestas, su imagen y todo lo que los rodea; en cambio, en El Salvador no son debates, más bien pláticas sobre ellos mismos, casi como entrevistas, pero que se hacen en vivo y con todos en una misma sala.
Otra de las cosas que le gustaría a Miguel que se hicieran en El Salvador, es la apertura a candidaturas independientes, ya que a nivel nacional no están permitidas, solo para diputaciones y presidencias municipales. En su mundo ideal, no existirían los partidos políticos, debido a que desde que entras a éstos, tienen sus limitaciones y sus ideas muy centradas con poca posibilidad de apertura.
“Creo que todos deberían tener la posibilidad de exponer lo que piensan y cómo quieren hacer las cosas”, comenta. Aunque sí rescata que simplifica mucho un proceso de información e investigación personal, mismo que sería muy desgastante, y de esta manera, tienes al menos una directriz sobre la ideología general del candidato.
No obstante, algo que considera podrían copiar de El Salvador, es la implementación de la segunda vuelta, o que la victoria de un candidato solo se proclame si llega a tener el 50 por ciento de los votos, más uno. De esta manera aseguras que la mayoría de la gente está de acuerdo con el resultado y no con alguna alternativa que podría no estar planteada de inicio.
La última elección presidencial en México, el abanderado del Partido Revolucionario Institucional (PRI) ganó la elección con el 32.62 por ciento de los votos. Su más cercano contendiente, Andrés Manuel López Obrador, obtuvo el 31.59 por ciento de los votos. Si el marco normativo hubiese sido diferente, como señala Miguel, ambos candidatos habrían disputado una segunda vuelta electoral.
Un sistema podrido e indispensable
A pesar de que hoy Miguel es un joven preocupado por el futuro de su país, y sobre las decisiones en las que puede involucrarse, admite que alguna vez él era parte de los que ahora critica. “Hace unos dos años, me sentía decepcionado y con muy poca esperanza, no estaba al tanto de lo importante que es la política, no quería participar porque sentía que no funcionaba”, afirma. Gracias a los consejos de varios de sus profesores, de estar leyendo casos de cómo otros países solucionan sus problemas, de relacionarlo con lo que vive, fue así como transformó su visión de una pasiva a una activa.
Son sus maestros a quienes él percibe como su principal influencia para crear una opinión política. Aquellos que le enseñaron, en primer lugar, la importancia de participar. “Ellos me ayudaron a forjar una idea de cómo debería ser la política. Gente de confianza y que se notaba que conocían bien del tema y que tuvieran ideas coherentes”, señala. Y es que Miguel no le tiene mucha confianza a los medios de comunicación, ya que siente que, al fin y al cabo, son empresas, necesitan dinero y de historias de impacto que además generen controversia.
Incluso prefiere nutrirse de las pláticas que se dan entre sus círculos sociales como sus amigos o su familia. A pesar de que menciona que él casi nunca propone los temas de política, es una persona abierta, que respeta los puntos de vista de los demás y no está cerrado a nada. Si alguien llegara a dar un buen argumento, y lo comparte, lo toma para reforzar.
“Es evidente que hay personas con más experiencia en estos temas, gente que haya estado dentro de la política, ayuda también mucho a reforzar mis ideas”, apunta. Y no es que su profesión lo haga confiar en lo que dicen, sino que menciona que estas personas son más propensas a tener ideas que lo convenzan.
En este tipo de pláticas suelen tocarse mucho temas como los de fraudes y las trampas que se pueden llegar a dar durante el proceso electoral; empero, Miguel no cree que este tipo de cosas sucedan, sino que las ve como una excusa de los políticos perdedores. “No sé cómo podrían llegar a hacerlo (trampas), siento que no queda de otra más que confiar en el proceso, es lo que nos toca”, afirma.
Pese a lo señalado por Miguel, la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales que depende de la Procuraduría General de la República investiga actualmente 4 mil 493 delitos electorales que se cometieron en el país entre el 2007-2017; entre los delitos más comunes está la compra del voto y la falsificación de credenciales de elector para votar en más de una ocasión.
Él está consciente de que es muy probable que estos procesos o los mismos candidatos generen desconfianza. Los spots publicitarios, de radio, de televisión o incluso espectaculares tienden a influir en la percepción de las personas sobre los candidatos; sin embargo, Miguel no ve televisión por cable, ni lee los periódicos, de manera que cuando se entera realmente de los candidatos es porque quiere. Por cuenta propia, él busca los planes de acción que tienen publicados en línea y busca sus propuestas.
Considera absurdas e innecesarias las campañas, o más bien, la manera en que se manejan al menos en México, “siento que en estos miles de spots, deberían ser propuestas concretas; creo que esto es lo que no sucede, y la gente solo se queda con las ganas de escucharlos”, finalizó.
Votar importa pero importa más ser ciudadano
Pero claro que no todo se trata de propuestas, a pesar de que para Miguel es lo más importante de un candidato que aspira a algún cargo público, enseguida está verificar qué tan factible es que las cumplan. “Hay que ver su trayectoria, su experiencia, ver las decisiones que ha tomado, cómo han sido los resultados; si nos basamos en eso, es más factible tomar una decisión correcta”, contrasta. Ya que entiende que es muy alta la posibilidad de que diga algo de cierta forma, pero lo implemente de manera diferente.
La manera en que Miguel deposita su confianza en alguien es a través de sus propuestas y cómo las plantea. Sobre todo cuando es de manera oral y las explica. Porque si lo hace de manera correcta, se entiende claro lo que va a hacer, dónde, cómo y qué problema ataca o solución ofrece.
Advierte que a pesar de que la trayectoria y la especialización son clave, muchas veces pueden llegar a confundir a la gente. Da como ejemplo el de Carlos Slim para hacer negocios, pero no es lo mismo las empresas que una nación. “No nos podemos dejar llevar porque alguien sea exitoso o capaz en diferentes ámbitos, hay que aterrizarlos a un contexto coherente”, concluye.
Entiende que este tipo casos llegan a provocar mucha desconfianza en la gente, y en caso de llegar a sentirse de esta manera, su mejor opción sería anular el voto, pues es la manera natural de mostrar tu inconformidad hacia el gobierno, candidatos y políticos. Nunca pasaría por su mente el no ir a votar, ya que lo considera como una acción irresponsable, porque no estaría ejerciendo su ciudadanía.
Para Miguel, el voto representa la decisión que tomas sobre cómo se maneja al país. Sin embargo, la impresión que la mayoría tiene acerca de que ahí termina su participación es errónea. “Mucha gente se queja de los políticos, pero ahí es cuando les digo a estas personas que si ellos no responden, tú te muevas para mejorar tu comunidad. Tú haz propuestas, implementa proyectos, busca una manera de generar el cambio”, replicó.
Cuando las cosas se están haciendo mal, se refleja en su población al no ejercer su voto. Eso demuestra el bajo nivel de educación, que no se conoce el valor real del voto. A como lo entiende Miguel, también representa un mal papel del gobierno, que la gente ya sienta que su voto no tiene valor. Pero en su opinión personal, un voto puede cambiar todo. Sobre todo si son varios los que se comprometen a ejercer su ciudadanía de esta manera. “Si son muy pocos es difícil, pero también hay que nosotros impulsar a que los demás voten, a enseñarles el valor que tiene su ciudadanía, no solo para ellos, sino también para los demás. Se trata de incentivar y ejercer”, concluyó.
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