Libertad de expresión
-Diagnósticos sobre libertad de expresión
El Bozal de la Crítica
Sin Embargo
Octubre 5, 2015
¿Y entonces, tú, qué propones?, preguntan disgustados y con tono intimidatorio aquellos que piensan que para criticar uno debe tener la solución y si no cuenta con ella, entonces, uno debe callarse. Esta idea la comparten muchas personas y también aparece en una buena variedad de formulaciones: desde la más común y pedestre: “Si no sabes, cállate”, o la retadora: “A ver, hazlo tú”; o la diplomática: “No creen, ustedes, que deberíamos ser más propositivos”, hasta llegar a la que francamente descalifica: “La crítica que no da alternativas no sirve para nada”. Las actitudes desde donde se emiten esas frases son muy distintas pero el mensaje de fondo es el mismo: la crítica sin solución no es buena.
Yo no comparto este punto de vista de mordaza a la crítica. Y no sólo porque me gusta criticar esto y aquello sin ser especialista, sino porque la idea en cuestión se basa en una falacia, en un razonamiento con apariencia de razonamiento. ¿Qué hay detrás de la crítica a la crítica? Delante ya sabemos lo he hay: es expresó y manifiesto el deseo de que el crítico se calle. Pero, ¿detrás?,¿qué hay detrás? Y me lo pregunto contemplando la espléndida litografía de Mexiac que tengo enfrente de mi escritorio.
La crítica, lo sabemos todos, es el resultado de comparar dos cosas, dos ideas, dos de lo que cada quien quiera, pero no con la intención de encontrar lo que el par tienen en común, sino con el afán de buscar lo que esos dos tienen de distinto. Cuando comparo buscando lo común, identificó, hago una colección, fabricó un concepto, reconozco; cuando busco lo distinto descubro que a uno de los dos le falta algo para ser como el otro. La crítica es precisamente el señalamiento de esa falta: éste no es como aquel: ESTO, lo que sea que ello sea, le falta.
Es fácil criticar porque todos tenemos una idea de lo que deberían ser las cosas. Las cosas no son como nos las imaginamos o como esperamos que sean o como nos gustaría que fueran. Las cosas son lo que son y siempre les falta algo para ser como las deseamos. Todos, además, tenemos la idea de que las cosas podrían ser mejores de como son. La falacia de quienes desearían amordazar a la crítica consiste en pedir al crítico los medios para alcanzar ese mejor mundo que imagina, le pide los medios, los cómos que materialicen su deseo; pero la crítica es la manifestación de la falta que hay en el mundo no una veta de soluciones. Es a lo más una ventana para quien tiene la honestidad de asomarse por ella a mirar sus errores.
No necesitamos saber cómo se hace mejor un puente si lo vemos fracturado o caído, tenemos todo el derecho de criticar al constructor aunque no sepamos apilar dos ladrillos. Tenemos el derecho de criticar al cirujano que tasajea al paciente aunque a nosotros no seamos ni siquiera capaces de ver la sangre sin desmayarnos. Tenemos todo el derecho de criticar un sistema económico y unas políticas públicas cuando producen pobres, aunque nosotros no seamos capaces ni de tener en orden nuestra elemental economía doméstica…
Criticar a la crítica es, obviamente, necesario pero no con una mordaza. Todo merece ser criticado y, por supuesto también, esta brevísima defensa de nuestro derecho a criticar.
De hecho, desde este último párrafo, veo venir enconadas críticas. Las veo venir y me solazo, pues, por algún motivo, recuerdo la anécdota de Protágoras y su alumno Elvatio. El discípulo había prometido pagar al filósofo sus enseñanzas cuando ganara su primer pleito jurídico. Como pasó el tiempo y Evastio no daba indicios de querer trabajar, Protágoras le dijo: Págame o te demandaré: si te gano el juicio tendrás que pagarme y si pierdo tú habrás ganado tu primer juicio y tendrás que pagarme: gane o pierda tendrás que pagarme. Pero Elvatio, que ciertamente había aprendido muy bien del filósofo, le respondió: Te equivocas, Protágoras, de ningún modo te pagaré, pues si tú ganas yo habré perdido mi primer juicio y no tendré por qué pagarte y si tú pierdes, tampoco te pagaré, pues el juez habrá decidido, al darme a mí la razón, que no debo pagarte.
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