Sergio Padilla / Profesor de la licenciatura de ciencias política y gestión pública
Una vez más, la liturgia de exaltación de la patria se llevó a cabo para religar a los mortales comunes con nuestros grandes deidades nacionales, a través de las manos consagradas de nuestros gobernantes. Cómo no recordar a nuestros mitos y héroes que son hacen clamar de lo más profundo por nuestra mexicanidad. Pero ¿qué sería de todos ritos sin la presencia de las televisoras mexicanas? ¿Cómo dejar de lado la figura de conductoras y conductores que detrás de sonrisas pagadas y a través de epítetos que rayan en la cursilería, repiten como monaguillos del sistema la grandeza de México?
Verde, blanco y rojo, banderas, cornetas y antojitos, tequila, sombreros y canciones con mariachi son parte de un ritualismo exaltado por las pantallas de la televisión, sagrado aparato que está presente cuasi en altar en la mayoría de los hogares mexicanos. Nos repiten que celebramos 199 años de libertad; paro al ver la dependencia de México respecto a la economía de nuestros odiados y admirados gringos, al ver la dependencia que tenemos ante los dictados de los partidos políticos y los gobernantes emanados de ellos, al ver la dependencia de nuestro futuro al cada vez más escaso petróleo, al ver el secuestro del sistema educativo por una lideresa ignorante y corrupta, pregunto: ¿de verdad hay una independencia por celebrar? Mejor apago la tele…
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