Día con día
Héctor Aguilar Camín
El imperio de la nota tiende a separar a nuestros medios de la tarea de informar. El reportero acude al acto, observa rutinariamente lo que sucede, apenas hace caso de lo que oye, salvo que el orador grite, hable fuerte, trastabillee, se equivoque o alguien lo increpe o le silbe dentro de la sala.
En ese momento está cumplida su tarea: tiene la nota. Y si el que gritó o al que le silbaron es el presidente, es posible que tenga “la de ocho” (la nota de ocho columnas, la principal del día siguiente).
Trasládese el lector a este peculiar estado de alerta ante lo incordiante, lo bufo, lo ridículo , lo monstruoso o lo desfachatado, y tendrá la prioridad de una abrumadora mayoría de reporteros, fotógrafos y comentaristas que cubren algo.
Nota Completa:
acamin@milenio.com
http://impreso.milenio.com/node/8650625
0 Comments