Por: Ana Vicencio
Para el Doctor Guillermo Orozco, investigador de la UDG, el televidente no nace, se hace. El rol pasivo que hasta ahora ha jugado la audiencia televisiva puede transformarse.
El jueves 25 de agosto el académico impartió en el ITESO la conferencia “Veo la tele, ¿y luego? La audiencia frente a la pantalla”, con la cual Retrovisor inició las actividades programadas para el semestre de Otoño 2011.
Hasta hace una década el proceso de comunicación de la televisión hacia las audiencias era unidireccional y autoritario. Ahora con la convergencia digital estamos ante la posibilidad de ser interlocutores, pasar de ser simples receptores a usuarios activos, inteligentes y críticos.
Orozco parte de aceptar que la televisión, aunque no es una institución educativa formal, sí educa. En un país donde el mexicano promedio pasa 4 horas 15 minutos al día viendo la televisión, podemos esperar que las atractivas imágenes de la pantalla nos sirvan de modelo. Si la televisión nos educa, Orozco se pregunta sobre qué y con qué calidad.
Muchos programas tienen una función sedante. Los noticieros nos mandan a dormir con la tranquilidad de que todos los problemas están siendo resueltos con acciones del gobierno y otras instituciones. En series como La Rosa de Guadalupe los problemas se resuelven con milagros, pero no se insta a las personas a denunciar e incidir en la problemática de fondo.
Las telenovelas y series se están llenando de propaganda política, comercial y moral. Orozco lo ejemplifica al mencionar un capítulo de La Fea Más Bella, en el que la protagonista comentó sus preferencias electorales; la historia de Destilando Amor, en la que el villano fue caricaturizado de tal forma que hizo aceptable la pena de muerte; la forma grotesca de presentar el aborto, satanizado en Alma de Hierro; o la telenovela Hasta que el dinero nos separe, en la que la que se muestra constantemente cierta agencia automotriz, el lugar de trabajo de los personajes.
La combinación de imagen y sonido es capaz de mover de manera muy fuerte nuestras emociones y sensaciones de miedo, gusto o aprecio. Como audiencia somos capaces de revertir los efectos de la televisión si somos conscientes de la manera en que ésta nos manda mensajes; si llamamos a la razón en vez de abandonarnos a la emoción.
Orozco propone iniciar un proceso que llama televidencia, en el que cada televidente decide qué ver, cómo verlo y después qué hacer con ello. Para el investigador la televisión no es sólo para verse, sino también para hablarse, pues aunque no seamos expertos expresar nuestra opinión o juicio puede ser un referente para otros.
El televidente crítico se pregunta a diario cómo reacciona frente a los contenidos, qué le queda y qué asocia, pero además de tomar distancia de lo que se observa, la nueva audiencia televisiva, en su papel activo, es capaz de crear y producir contenidos.
Contar historias, proponer nuevas narrativas y cambiar desenlaces utilizando una mezcla de medios y herramientas de interconectividad son propuestas de Orozco para que comencemos a asumir un rol de creadores y productores de información.
La nueva audiencia no es la misma pasiva de antes. Ahora crea, produce, y además reflexiona sobre lo que observa. En este sentido, hasta la peor basura televisiva puede servir para pensar en valores universales muy positivos si la exponemos y criticamos abiertamente.
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