9 de febrero – Mural

Sergio Sarmiento

“Los políticos (mexicanos) no hemos aprendido a debatir sin descalificar”.

Beatriz Paredes

Puedo estar a favor o en contra de la manera en que Carmen Aristegui manejó la información sobre la insultante manta de Gerardo Fernández Noroña, Mario di Constanzo y Jaime Cárdenas contra el Presidente Felipe Calderón. Eso es lo menos importante. Pero destituirla de su programa radiofónico por haber pedido que Presidencia aclarara el supuesto alcoholismo del Presidente Felipe Calderón me parece innecesario y, de hecho, perjudicial a la imagen del primer Mandatario.

Entiendo que hay ciertas preguntas que se convierten en acusaciones. Se puede sostener que esto ocurrió el viernes 4 de febrero con la exigencia de Aristegui (cuyo programa de radio se emitía en el mismo horario del mío) de que la Presidencia aclarara una descalificación que ha estado fomentando desde hace tiempo Fernández Noroña. Considero, por otra parte, que los dueños de MVS, la familia Vargas, que siempre ha sido una gran defensora de la libertad de expresión de los comunicadores que han trabajado para ella, tiene el derecho de escoger a sus colaboradores.

Estrictamente hablando me parece que la pregunta abierta de Aristegui no violó un principio informativo, el cual me parece muy saludable, de no presentar rumores como información. La decisión de destituir a una de las periodistas más importantes del país le hace así daño a una familia que puede enorgullecerse de su tradición de defensa de la libertad. Recuerdo a un colaborador de MVS que me comentaba hace años, cuando la censura gubernamental era realmente feroz, del valor con el que la familia Vargas había defendido su libertad de criticar al Gobierno.

El mayor daño de la destitución se le está haciendo al propio Presidente. Son públicas las diferencias que tengo con el Presidente Calderón en temas como la guerra contra el narcotráfico. Pero si algo le he reconocido siempre ha sido su respeto a quienes hemos cuestionado sus políticas. Hoy será más difícil sostener que el Presidente ha preservado un México de libertades.

No tengo dificultad en creer la afirmación de Alejandra Sota, la coordinadora de Comunicación Social de la Presidencia, de que ni esa oficina ni el propio Presidente tuvieron nada que ver en la destitución. Muy miope o muy tonta habría sido una petición de esa medida a los concesionarios de MVS. Habría sido como querer lastimar a propósito la imagen presidencial.

Tampoco acepté nunca la versión de que el Presidente ordenó el despido anterior de Carmen de W Radio, que controla en sus contenidos el Grupo Prisa, uno de los consorcios informativos más importantes del mundo y dueño del respetado periódico español El País. Tan es así que de inmediato hubo otros grupos de radio que buscaron fichar a la conductora, hasta que MVS la reclutó. Si Carmen hubiera estado vetada, nadie podría haberla contratado.

Los periodistas y el público en general nos hemos acostumbrado a los desplantes e insultos de Fernández Noroña y su séquito. La respuesta que yo escuché de la gente ante la manta que desplegaron el jueves 3 de febrero en la Cámara de Diputados fue de desprecio. El propio Andrés Manuel López Obrador, gurú de la banda de los tres, cuestionó el contenido de la manta y señaló que había otras cosas de las que se podía acusar al Presidente. La gente no es tonta y sabe reconocer una difamación.

Pero la difamación de la que ya nadie se acordaba adquiere una dimensión mucho mayor con la destitución de Aristegui. Y lo lamento. Soy de los que piensan que el debate político en México debe adquirir una mayor altura. Pero todo se está enturbiando ahora con difamaciones como las de Fernández Noroña y con la destitución de Aristegui.

Mantas

Por segunda ocasión la sesión de la Cámara de Diputados tuvo que suspenderse por una manta de Fernández Noroña. Hubo un forcejeo que no llegó a los golpes. El nivel de discusión en el Congreso sigue estando por los suelos.