11 de julio de 2010
Mucho se ha dicho que los medios de comunicación juegan un papel sustancial en el desarrollo de la vida de un país. En las sociedades modernas, los medios son las principales instituciones transmisoras de contenidos y percepciones. Son el filtro entre la realidad y la ciudadanía, de donde ésta obtiene la información. Por esta razón su peso en la toma decisiones es toral.
Dentro de este rol central se encuentra la responsabilidad de contribuir al fortalecimiento democrático. La democracia avanza cuando, por ejemplo, los medios evidencian la corrupción en el gobierno y la falta de transparencia. Una de las claves para lograrlo es que en las coberturas prevalezcan la equidad, diversidad, pluralidad, balance, oportunidad y claridad. Asimismo, es su obligación dar espacio a todos los grupos sociales y a todas las fuerzas políticas presentes en el país. Los medios, como afirma John Dinges, representan el derecho que tiene la gente a “saber”.
En la actualidad, la violencia en contra de periodistas ha llevado a muchos medios de comunicación a autocensurarse, lo que representa un ataque a la libertad de expresión que lastima los derechos ciudadanos a estar bien informados. ¿Cómo exigir, en estas circunstancias, que se haga un mejor trabajo de investigación, cuando con esto se pondría en riesgo la existencia de periodistas? La pregunta es: ¿cómo conciliar la vigilancia de los medios de comunicación cuando la libertad de prensa está siendo trastocada? ¿Es posible exigir estándares internacionales de calidad a los medios que están sufriendo el acoso del narcotráfico y las autoridades? Supongo que sí, sólo habría que buscar la fórmula para que hacer un mejor trabajo ayude a la protección de los periodistas.
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