Categoría: Otros
Etiqueta: Proceso electoral
Tema:
Género: Opinión
Pedro Mellado
Mural Opinión
16 de abril de 2018
Las elecciones no se ganan en las encuestas, que son sólo una fotografía instantánea del momento en el que la gente es entrevistada. Reflejan una circunstancia emocional, una percepción temporal, que puede modificarse en horas o días, de acuerdo con el clímax cambiante del proceso.
Las elecciones tampoco se ganan en las redes sociales, que suelen ser un laboratorio interesantísimo para procesar ideas, sensatas, inteligentes o provocadoras. En Internet la gente muestra nítidamente cómo percibe o procesa emocionalmente algunos temas.
Sin descartar que algunas expresiones pudieran ser simuladas y moldeadas artificialmente por el dinero de los candidatos o de las agencias que los respaldan.
Por eso habría que hacer una diferenciación entre las reacciones favorables que pudiera provocar un candidato a la Gubernatura como el emecista Enrique Alfaro Ramírez, frente a un fuerte aspirante independiente al Senado de la República como José Pedro Kumamoto Aguilar.
Habría que diferenciar en qué grado las reacciones son auténticas o estimuladas con jugosas pautas publicitarias, pues eso determina su consistencia cualitativa.
También habría que poner atención a la potencia de crecimiento que empieza a mostrar en redes el candidato del PRI, Miguel Castro Reynoso, y calibrar cuánto de su ascenso se deriva de reacciones espontáneas de la gente y cuánto a la estimulación de un financiamiento generoso.
Las elecciones sólo se ganan el día de los comicios, en las urnas, cuando la gente toma la última decisión y cuando los partidos políticos y los candidatos -incluyendo los independientes- deben mover sus estructuras, pagadas o voluntarias, para invitar o llevar a la gente a sufragar, y para vigilar las casillas en defensa de sus votos.
Más allá de la posición que los candidatos tengan en las encuestas o de la potencia que reflejan en Internet, la gran verdad se escriturará el domingo 1 de julio, cuando probarán si tuvieron suficiente gente o dinero para la madre de todas las movilizaciones.
Algunos necesitan gente para organizar y dinero para mover voluntades. En estricto sentido el voto no se compra como en una simple transacción comercial, pero hay partidos que lo estimulan con promesas de beneficios, de empleos, de regalos o de compensaciones en efectivo. Esto es terrible, pero es real.
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