Diagnósticos sobre libertad de expresión
El Universal
Alejandra Sota
7 de marzo del 2017
Los roces del poder político con el llamado “cuarto poder” son tan longevos como la existencia de la prensa misma. El ataque a los medios de comunicación tampoco es algo nuevo. El posible origen de la frase: “no maten al mensajero” se remonta a los tiempos de Tigranes El Grande, quien según se cuenta en Las Vidas Paralelas, de Plutarco, ordenó matar al emisario que le informó que Lucio Lúculo de la República romana se acercaba y quien más tarde terminaría derrotándolo.
Miles de años después, el presidente George Washington afirmaba que los diarios le daban un trato injusto debido a la cobertura de su gobierno y a los ataques personales que en sus páginas escribían. Francisco I. Madero también fue materia de críticas en algunos de los diarios más relevantes de México como El Diario, El Heraldo de México, El Imparcial, entre otros. Y como Washington, también expresó su inquietud y reprochó la cobertura mediática de las acciones de su gobierno.
Actualmente múltiples administraciones de diferentes países y niveles de gobierno ven en la prensa al enemigo. Al menos así lo tuiteó Donald Trump, el viernes 17 de febrero. Carl Bernstein, que junto a Bob Woodward destapó la historia del Watergate, respondió que Trump no comprendía el papel fundamental de una prensa independiente y libre. Y hablando de Nixon, fue él quien en 1972 le dijo a su asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, que “la prensa es el enemigo”.
¿Por qué es una práctica que se sigue haciendo? En 2016, Gallup encontró en una encuesta que sólo el 14 por ciento de los que se identificaron como republicanos confiaba en los medios de comunicación. Seguramente conociendo este dato, Trump reafirmó la intuición de que si criticaba a los medios generaría apoyo y unificaría a sus votantes.
México no es ni será la excepción en los comicios de este año. Algunos líderes políticos y aspirantes a ocupar puestos de elección popular han empezado a subirse al tren de las descalificaciones a los medios o a recomendar que no consuman su información. Quienes recomiendan esto se equivocan.
Los medios han sido y seguirán siendo una plataforma de debate que permite a todos los candidatos, y a los ciudadanos a través de las redes sociales, discutir temas de la agenda pública. El que uno o varios de los candidatos ataquen a los medios no hace más que debilitar esta plataforma de debate, y por ende cierra el espacio a discutir los temas de interés común; algo contraproducente para quienes buscan hablar a los millones de ciudadanos que emitirán su voto próximamente.
Las batallas de comunicación electoral se ganan —entre otras herramientas— cuando el candidato y su equipo logran traducir los números detrás de sus planes de gobierno, en mensajes que conecten con las emociones de los votantes potenciales. Son debido a estas emociones que se transmiten a través de spots, eventos y cobertura mediática, que la gente se mantiene interesada en la campaña y en el candidato. Ello, muy posiblemente se traducirá en votos y resultará en un escenario ganar-ganar.
El mensajero estaba aquí antes que nosotros, y aquí seguirá cuando nos marchemos, por ello los actores políticos deben pensar muy bien si le cortan la cabeza, o si mejor le hablan al oído y le suben en una carreta para que viaje más rápido.
A bote pronto. Lo interesante no es la foto, sino los verdaderos incentivos detrás de cada quien.
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