-Libertad de expresión
PRD exige a Roberto Borge que respete libertad de expresión en Quintana Roo
Homo Zapping
El Zappo
27 de septiembre 2014
El día de ayer el PRD exigió a Roberto Borge Angulo, gobernador de Quintana Roo, que respete el derecho a la libre expresión y presente una explicación pública sobre las acusaciones en su contra por manipular la información en la entidad. Lo anterior, ante la aparición de ejemplares apócrifos del semanario local, Luces del Siglo.
El presidente nacional del Sol Azteca, Jesús Zambrano, manifestó a través de un comunicado de prensa que si los señalamientos son ciertos se trataría de “una grotesca regresión autoritaria en contra del derecho a la información de la ciudadanía” y en la libertad de expresión de los medios. Ambos derechos, apuntó, son pilares fundamentales para la construcción de una opinión pública libre.
En este sentido, también realizó un llamado al gobierno federal y al Poder Legislativo para que contribuyan para que el gobierno de Quintana Roo de las explicaciones que los ciudadanos del estado merecen, dejando atrás “cualquier tentación de acallar o reprimir a la prensa”. En este sentido, agregó, los gobiernos tienen la obligación de ser garantes del respeto al derecho de expresión e información.
El PRD, afirmó Zambrano, se solidariza con los periodista y los medios de comunicación que han sido afectados por las acciones del gobierno de Borge, las cuales pretenden “desvirtuar la labor crítica del periodismo, sustituyéndola por la adulación”. Esto, finalizó, resulta inaceptable en un Estado democrático.
Inventor de la web advierte amenazas a la libertad en Internet
La Jornada Nacional
Redacción
28 de septiembre de 2014
- El británico inventor de la World Wide Web (www) advirtió, el sábado en Londres, que la libertad en internet está amenazada por los gobiernos y las empresas interesadas en el control de la web.
Tim Berners-Lee, un científico dedicado a la informática que inventó la web hace 25 años atrás, viene pidiendo desde hace algún tiempo una declaración de derechos que garantice la independencia en Internet y la privacidad de los usuarios.
“Si una empresa puede controlar su acceso a internet y qué sitios web usted visita, entonces tiene un gran control sobre su vida”, dijo Berners-Lee durante el festival en Londres la “Web We Want” (la Web que queremos) sobre el futuro de internet.
“Si un gobierno puede bloquear el sitio al que usted quiere acceder, páginas de políticos de la oposición, por ejemplo, entonces podría estar ofreciendo una visión sesgada de la realidad para mantenerse en el poder”, señaló.
“De golpe, el poder de control sobre internet se ha vuelto algo tentador tanto para los gobiernos como para las grandes empresas”, añadió.
Berners-Lee, de 59 años de edad, es director del consorcio World Wide Web, que crea pautas para el desarrollo de internet. El científico hizo un llamado para la elaboración de una “Carta Magna” (a semejanza de la inglesa del siglo XIII) de internet, que garantice los derechos y libertades fundamentales en la red.
La preocupación sobre la privacidad y libertad en Internet ha aumentado tras la revelación de documentos clasificados por parte del consultor estadunidense Edward Snowden, exempleado de la CIA y de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) de su país.
Las dos posturas sobre el texto “El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)”
Proyecto Diez
Redacción
27 de septiembre de 2014
Desde hace varios días, periodistas y activistas han cuestionado el texto de Alejandro Sánchez, titulado “El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)” que publicó la revista Emeequi.
Una de las críticas constantes es que el texto toma partido por el feminicida y deja a un lado a la víctima.
En esta liga puedes leer el texto en cuestión: El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia).
Te presentamos dos artículos en los cuales cuestionan el texto de Alejandro Sánchez:
El joven que descuartizó a su novia (y tocaba el piano) de Catalina Ruiz Navarro.
Lecciones de “periodismo”: cómo justificar el feminicidio en un “reportaje” de Alejandra Hidalgo Rodríguez.
Por su parte, Wilbert Torre escribió en defensa de Alejandro Sánchez.
Y la carta de Alejandro Sánchez.
Carta de Alejandro Sánchez sobre su texto “El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)”
Proyecto Diez
Alejandro Sánchez
27 de septiembre de 2014
A la familia Camacho y a los lectores que se hayan sentido ofendidos por la publicación de un texto mío sobre el asesinato de Sandra Camacho:
Ofrezco una disculpa por el texto de mi autoría publicado en la revista Emeequis.
El día que leí sobre la captura de Javier Méndez como responsable del asesinato de Sandra, pensé en contarle a la sociedad cómo ese joven se había convertido en homicida, cómo alguien capaz de asesinar puede llevar una vida aparentemente normal.
Aposté por un ángulo distinto para abordar el fenómeno de la violencia contra las mujeres. Quise entender la manera en que Javier ve al mundo, para encontrar una posible explicación sobre el crimen en contra de Sandra, pero nunca para justificarlo ni exculparlo de su responsabilidad. Javier debe pagar por lo que hizo.
Yo no soy juez ni ministerio público, sólo soy un reportero que, en este caso, cometió un error:
Lo que escribí es lo que piensa él y cómo él recuerda los hechos. Las expresiones acerca de Sandra no son mías ni tampoco una interpretación. Es lo que el homicida contó a los investigadores y declaró en el expediente judicial y a los especialistas que hicieron su perfil sicológico. No son mis palabras ni las avalo. No justifico ni juzgo a Javier. Reconozco mi error. Debí haber dejado claro que fueron las palabras de Javier. El texto no es una apología al feminicidio. No insinúo que la vida de Sandra debió terminar así. Enmendaré las equivocaciones. Sandra no merece quedar en el olvido de ningún sector de la sociedad.
Cometí otro error: no hice explícito que buscamos a la familia y le pedimos hablar, pero no deseó hacerlo. Respetamos esa decisión, pero al no decirlo en el texto generé la impresión de que despreciamos la vida de Sandra. No es así. El texto tenía el propósito adicional de mostrar cómo es que se puede cometer un crimen tan irracional.
Finalmente, a la familia de Sandra deseo expresar de manera especial mi total empatía y mis disculpas.
El joven que descuartizó a su novia (y tocaba el piano)
Proyecto Diez
Catalina Ruiz Navarro
27 de septiembre de 2014
Uno puede hablar de un músico que por azares del destino terminó involucrado en un homicidio o puede hablar de un asesino que coyunturalmente sabía tocar el piano. Ante ese dilema se tuvo que enfrentar Alejandro Sánchez González, el autor del desafortunado (por usar un eufemismo) artículo de Emeequis “El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)”, que fue portada en la última edición: la historia de un muchacho que tenía un futuro prometedor hasta que se le atravesó una “naca” que por joderlo y joderlo se buscó que la mataran. ¡Portada!
Dice la revista en su respuesta a las críticas (que no es una disculpa pues solo las ofrece a quienes se hayan “sentido” agraviados por hacer una “lectura” del texto) que no pretenden “hacer apología al feminicidio o culpar a la víctima del asesinato cometido por su victimario”. Es posible que no lo pretendiesen, pero eso no quiere decir que no lo hicieran, muy probablemente sin darse cuenta. Porque esto del machismo, el machismo violento, está engranado tan hondamente en la cultura latinoamericana (y de todos lados) que las frases de la historia, que es un feminicidio de libro, pasaron desapercibidas por todos los filtros.
“Javier Méndez Ovalle tiene una idea un poco más clara sobre lo que desea hacer en los próximos años.” (Obvio, él tiene su futuro resuelto) “Ya ha sido un excelente deportista, un quarterback nato de las Águilas Blancas y los Búhos del Instituto Politécnico nacional, un ágil nadador, un buen pianista. Por si fuera poco, ha demostrado un desempeño académico superior.” (Ya ven, ¡un partidazo!).
Ella, en cambio, era bruta y ordinaria:
“Sandra Camacho, en contraste, no atina a definir qué hacer.” “No pasó el examen de admisión”, “De origen humilde”.
Ella, maldita lisiada, osa burlarse de Javier. “Se burla abiertamente de él”. “Sandra lo percibe y sigue provocándolo”. Ella le pregunta “¿Tú quién eres para algo así?” y el le enumera sus logros, porque recuerden, mine is bigger. El man hasta le saca trofeos a la chica ,pero ella se burla (¡¿cómo no?!). Ella no sabe de universidades prestigiosas, recordemos que es bruta y “naca”. No sabe alemán.
“La joven nacida en Ixtapaluca” (la mismísima boca del infierno) “no se detiene. Sigue, según lo percibe él, en plan mala onda, de plano ojete.” Ven, ella lo azusa, lo ataca, lo agrede con sus preguntas ontológicas. “¿Tú quién eres?”
“Las risas forzadas taladran de nuevo la cabeza de Javier. ¡Callate!” ¡Sandra y su enloquecedora risa malvada!
“Descolocado, Javier siente cómo crece en su interior una molesta a medida que Sandra se burla de sus pretensiones, lo hostiga y hasta hace que él, inexplicablemente, intente convencerla de que es verdad lo que dice.”
Ninguna de sus novias le había “faltado así al respeto”. Y entonces el periodista nos suelta la justificación del asesinato: “Le da coraje que una jovencita” (bruta y “naca”) “se burle de un modo tan cruel de algo especial, de los años de trabajo, de estudio….” etcétera, etcétera… Javier y sus trofeos.
“como una niña chiquita que no tuviera corazón; se burla y se le acerca.”
“Él quiere acabar con esto pero no sabe cómo”.
“Sandra lo jode, se le acerca otra vez, lo jode, lo molesta mucho.”
Y por eso tan agresivo, por “tirarle carrilla”, Javier la mata. Uno diría, al leer, que es casi que por defensa propia.
“Él la empuja y ella tropieza y cae” ¡No! No cae así casual como quien se tropieza. ¡Un tipo la acaba de empujar y la tumbó al piso!
Ella grita, obviamente, lo araña. Otra vez el periodista justifica: “No le quiere pegar, solo defenderse, pero la golpea en la cara. Ha sido un accidente.”
“Como si no fueran suyas, las manos de Javier se aferran al cuello de Sandra”. ¿Cómo que como si no fueran suyas? ¡Sí son suyas! ¡Carajo! “se comporta como si otra persona tomara posesión de él” y entonces ahorca a Sandra. ¡La ahorca! Y entonces ¡se asusta! ¡pobrecito!
Y decide d e s c u a r t i z a r l a.
Aparentemente debemos empatizar con el pobre Javier porque los charcos de sangre lo hacen vomitar y tiene asco de la mujer que acaba de matar. En la misma línea de pensamiento, la bota a la basura.
Después el periodista nos explica que Sandra vivía en un barrio de mierda y ella era una jovencita temeraria que “salía todos los días”. (A todas les pasa por putas).
Incluso llega a decir que el perfil del autor del crimen no era el de un feminicida. ¿Cuál es el perfil de un feminicida? ¿Qué tal un hombre de ego frágil que se ofende por cualquier pendejada y reacciona con violencia hasta matar? Aún así la fiscal le dice al asesino que le gustaría tener un hijo como él, y él, según el periodista, el indefenso Javier asume una actitud “casi infantil.” Entonces (como todos) promete ser bueno. “parece el joven más frágil y solitario del mundo.” Después resulta, que además, el pobre “sufría de bullying”. Además el tipo nunca acepta la culpa y sigue clavado en su evasión diciendo que el crimen lo cometió “un otro que se apoderó de el”: “hay alguien en mi cabeza pero no soy yo”.
Esta es mi lectura del artículo y no es una lectura sutil. No estoy “hilando fino”. Los juicios contra la mujer, todas las disculpas del crimen, como si ella le hubiera jodido la vida por “provocarlo” (es la palabra que usa el autor) a matarla, son permanentes. Sin lugar a dudas, todo el texto es una apología al feminicidio. Es lo de siempre, echarle la culpa a la víctima, justificar al asesino. Decir que fue un “crimen pasional”. Otro lugar común es tratar de disculpar al criminal diciendo que es un loco, un esquizofrénico, que fue la enfermedad. Pues no todos los locos y todos los esquizofrénicos van por ahí matando mujeres, y aún si lo hicieran, la enfermedad no justifica de ninguna manera un asesinato. Los hombres que matan a las mujeres no son desviados ni anormales, la escalofriante verdad es que el feminicidio es de lo más normal.
Es cierto que Emeequis ha publicado artículos que no son misóginos y hasta algunos que denuncian crímenes contra las mujeres y apoyan sus derechos. Pero este, este artículo, es terrible y violento, es la forma arquetípica en que se disculpan los feminicidios. Esa forma arquetípica es la razón por la que hay tanta impunidad ¡95%!
Ojalá habláramos de un texto de ficción. Pero en México, cada año, hay 2336 “Sandras”.
***
Adenda: Me han dicho por Twitter que el periodista “solo quería explicar al asesino” y que no tiene que ser “la víctima buena y el victimario malo”. Este es un ejemplo de un periodista que no solo no es equilibrado sino que toma partido a favor del asesino de manera abierta y reiterada. El periodista no tiene por qué hacer apología de la víctima, pero nadie le está pidiendo eso. Lo que no puede hacer jamás un periodista es hacer apología de los victimarios. Si quería ponerse creativo y meterse en “la mente del criminal”, para eso está la literatura, el periodismo está al servicio de la democracia y los derechos humanos.
Para quienes aún creen que el periodista no es machista ni tendencioso tres noticias de prensa vía Estefanía Vela, @samnbka:
1. Excelsior. Aquí nos hablan un poco más de las medallas de Javier y hay hasta foto.
2. La policiaca. Aquí le dicen “joven genio” y que peritos y psicólogos “no se explican” por que la mató (la mato por machista). También dicen que Sandra había ido a verse con Javier porque él le ofreció trabajo como edecán (un dato que el texto de Sánchez omite tendeciosamente).
3. Al momento. Otra vez, Sandra estaba ahí porque buscaba trabajo como “edecan o bailarina”. Y bueno, algo más sobre la genialidad de Javier y sus medallas #mineisbigger
Creo que es normal que alguien tenga comportamientos machistas o que un medio cometa errores de ese tipo, después de todo, el machismo está tan engranado en la cultura que a veces y para muchos es difícil de ver. Creo que lo correcto en estos casos es aceptar el machismo, no solo correcto, es importante hacerlo porque seguir defendiendo y avalando esos discursos violentos es muy grave. Aceptar el machismo, corregir, cambiar, seguir.
*El artículo fue publicado originalmente en el blog de la autora.
En defensa de Alejandro Sánchez
Proyecto Diez
Wilbert Torres
27 de septiembre de 2014
Escribir una historia narrativa es un ejercicio semejante a construir una casa. El periodista, como el arquitecto, puede tener diez, cien o mil soluciones distintas y al final elige una. El escritor, como el arquitecto –como un músico, un político, un astrónomo, un chofer de taxi y un campesino, como cualquier ser humano– puede equivocarse. ¿Qué no era cosa de mortales errar, al menos hasta el jueves pasado por la mañana? Lo digo por la cacería que desde ese día se desató como una lluvia de ácido contra el periodista Alejandro Sánchez, autor del texto El joven que tocaba el piano y descuartizó a su novia.
Gay Talese, periodista sabio, humilde y caballeroso, es sobre todo un periodista prudente y humanizado que en más de 70 años de carrera ha escrito cientos de historias y elaborado una pila de aforismos sobre este oficio. De todos ellos me quedo con estos: es posible decir la verdad con elegancia y escribir sobre una persona exige escribir desde la compasión para entenderla y no crucificarla. Kapuscinski, otro de los periodistas más brillantes y humanos que hemos conocido, decía que los cínicos no sirven para este oficio.
En estos tres días de furia contra Alejandro Sánchez he leido pensamientos cínicos, incompasivos y deshumanizados dignos del peor periodismo que ha pasado por nuestros ojos.
Un grupo de feministas cree que la historia de Sánchez es una apología de la violencia contra las mujeres y para impulsar su argumento se transforma en una manada violenta e intolerante que destaza al periodista en las redes sociales: ha llegado al extremo demencial de escribir a la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano para decir que Sánchez no debería recibir el premio Gabriel García Márquez al que fue nominado por una historia suya sobre un auto defensa michoacano, una historia que Sánchez reporteó y escribió arriesgando su vida para que todos nos enteráramos de cómo la incapacidad de un gobierno llevó a un pueblo a armarse para defenderse contra el narcotráfico.
Un grupo de jóvenes periodistas debate en francés, con arrogancia y autosuficiencia, sobre los errores que a su juicio tiene la historia. No es que esté mal debatir. Lo que no me parece es, otra vez, el tono absolutista, intolerante, deshumanizado, de máquinas perfectas y no de seres humanos, que se emplea para revisar la historia, como si todos los críticos hubieran escrito o escribieran todos los días historias con la profundidad sicológica de Tóibin, Talese, Dostoyevsky o Hemingway. Otra vez: escribir una historia es como construir una casa, uno puede tener a la mano cien soluciones y termina por elegir una. ¿Por qué? Porque sí. Porque somos seres humanos. Porque está en nuestra naturaleza la elección. Porque todos los días tenemos aciertos y nos equivocamos.
No me sorprende el linchamiento a Sánchez. Estamos habituados a desfilar sin misericordia sobre el cuerpo del que está en el piso. Los periodistas actuamos como jueces implacables, aunque a algunos la piel de cobre se nos caiga a pedazos cuando abrimos la boca. En esta avalancha despiadada a Sánchez se le acusó de misógino, de instigador de feminicidios y de simpatizar con el asesino que no conoce, porque escribe que el asesino era un joven brillante y la asesinada una mujer sin estudios que vivía en un barrio pobre de México, un barrio probablemente menos precario que el barrio donde nació Sánchez, un barrio violento de donde su madre lo sacó a los dos años cuando se le fue encima a golpes para defender a su hermana.
No he venido aquí a debatir el texto. Vengo a discutir nuestra calidad ética y moral de periodistas y seres humanos. La historia tiene errores, desde luego, como en la historia más perfecta cualquier persona puede encontrar cosas que puede apreciar como errores porque la verdad no existe, la verdad es un punto de vista que da vueltas como una veleta dependiendo de quien la mire. He venido a defender a Sánchez porque lo conozco. Porque sé que no pretendió simpatizar con el asesino ni revictimizar a la víctima. Porque sé que lo que quiso hacer fue arrojar luz sobre el hecho atroz de que alguien que podría ser tú o yo enloquezca en un instante y se convierta en un asesino. ¿La solución que eligió para construir su historia le permitió cumplir con ese propósito? No lo sé. Es posible que no. ¿Ficcionó su historia al recrear pensamientos y sensaciones del asesino y su víctima? ¿Cómo supo lo que ella pensaba y sentía? Tal vez. Es probable que se haya excedido como yo hice una vez al escribir sobre un asesino condenado a muerte en una cárcel de Estados Unidos y me costó ser despedido del diario Reforma. Como lo hizo Kapuscinsky al escribir que el emperador de Etiopía había muerto como no había muerto. Como hizo Capote en A sangre fría.
¿Se equivocaron Sánchez y su editor al no precisar que las expresiones que desataron la furia en su contra no eran suyas ni una interpretación suya sino parte del relato que el asesino hizo a los investigadores y que consta en un expediente judicial? Sí, es muy probable que se hayan equivocado. Pero sería ingenuo o estúpido pensar que lo hicieron de manera deliberada, como quien cruza una avenida buscando ser arrollado por un auto.
Sánchez e Ignacio Rodríguez Reyna, editor de la historia, lo hicieron pensando en que un crimen como el que cometió el joven pianista merecía ser revisado con profundidad para entender cómo este muchacho brillante y sin problemas aparentes se convirtió en un criminal. Por eso ambos eligieron escribir la historia desde el punto de vista del victimario y no de la víctima, como ocurre con frencuencia por un hecho cruel y devastador pero irremediable: la víctima ya no está para pedirle su opinión.
Escribir sobre alguien –un genio, un loco, un asesino– exige compasión, dice Talese. Compasión no en un sentido pusilánime y justificatorio sino en un intento por abrir los ojos y los sentidos para entender su mundo, su historia y su contexto para comprender lo que una persona hizo. Hace años me quedé pasmado mirando la televisión cuando varios periodistas afamados sentaron en una silla a Daniel Arizmendi, el secuestrador que amputaba las orejas de sus víctimas, y le vaciaron encima una ráfaga de insultos y juicios. Nadie le preguntó sobre su pasado, su infancia, su vida. Nadie se tomó la molestia de hurgar con más profundidad para intentar encontrar respuestas a lo que había hecho.
Esto fue justo lo que Sánchez intentó con la historia del joven que tocaba el piano. Pudo ser efectivo o no al hacerlo. Pero fue honesto al intentarlo. Y por eso se le ha sentado en un banco y se le ha fusilado cien veces como si fuera el peor de los periodistas, el más infame de los hombres, el más repungante de los seres humanos.
La historia de Sánchez y todo lo que ha pasado alrededor deben ser una oportunidad para sentarnos a pensar sobre algunas cosas.
Sobre la compasión que pide Talese.
Sobre lo que pensaba Kapuscinsky acerca de los cínicos y este oficio.
Coda: Desde las seis de la mañana he comenzado a recibir respuestas en Twitter. Blanche Petrich hizo una pregunta necesaria: ¿Una palabra de piedad para la niña asesinada?
A la querida Blanch y a quienes han respondido esta carta he comenzado a decirles: Aprovechemos esta circunstancia para hacer algo constructivo. Escribamos todos quienes hemos confluido en este asunto la historia de la niña asesinada.
He tenido un intercambio respetuoso e importante con dos colegas a quienes respeto, Lydiette Carrión y Fernanda Melchor. Hemos llegado a una coincidencia: todo este asunto debe servir para intentar cambiar las cosas en los medios. Desnaturalizar la violencia implícita en los medios, por ejemplo. Hacer un esfuerzo por extender todo lo que en estos años de la guerra contra el narcotráfico han aprendido periodistas en la intención de no revictimizar víctimas y de sensibilizar la tarea del periodista y del escritor, que tiene consecuencias. Creo que es importante construir por ahí. A todos nos interesa.
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