1° de marzo del 2011 – Reforma
Javier Corral, demócrata
Miguel Ángel Granados Chapa
Ni AMLO ni Corral merecen las frases y los adjetivos que se han cruzado. Cada uno a su modo, cada quien en su ruta, ha trabajado desde hace una treintena de años por las libertades políticas en nuestro país
Con motivo de la alianza entre PAN y PRD en el Estado de México, Andrés Manuel López Obrador ha zaherido en varias ocasiones al diputado federal panista Javier Corral y éste ha respondido en tono menos exaltado pero igualmente descalificador. Ninguno de ellos es merecedor de las frases y los adjetivos que se han cruzado. Cada uno a su modo, cada quien en su ruta, ha trabajado desde hace una treintena de años por las libertades políticas en nuestro país.
López Obrador se equivocó al declarar que Corral sirve a las mafias que se han apoderado de México. El fragor de su campaña mexiquense en pos de una candidatura popular que excluya una coalición de su partido con el PAN le ha impedido recordar una trayectoria que seguramente conoce pero que olvidó al tildar al legislador panista exactamente de lo contrario a su realidad. Un ejemplo: López Obrador enjuició con severidad a Corral en una entrevista con Carmen Aristegui, la semana pasada, en su nueva etapa en MVS. Hay que decir a López Obrador que si bien la renovada presencia de la periodista es posible por la buena voluntad de las partes, en el avenimiento de sus intereses y principios el diputado Corral desempeñó un papel central, eficacísimo.
Aunque el legislador chihuahuense es 13 años menor que el tenaz dirigente tabasqueño, sus luchas por la democracia mexicana comenzaron casi de modo simultáneo, en el primer lustro de la década de los ochenta. Mientras López Obrador pretendía desde dentro reformar al PRI (cuyo comité estatal en Tabasco encabezaba), el muy joven militante panista combatía el fraude en Chihuahua, en una de las luchas señeras de la democracia mexicana.
Al llegar a la Cámara federal por primera vez en 1997 -luego de haber sido diputado local y dirigente estatal de su partido-, Corral promovió varias iniciativas que ensancharan las capacidades de expresión de los ciudadanos. Suyo es el proyecto de dotar al Congreso de un canal de televisión que, entre tumbos y vacilaciones, ha servido para conectar a los representados con los representantes. Merced a esa emisora miles de mexicanos pudieron ver en vivo, en abril de 2005, la defensa de López Obrador en la sesión en que se discutió y aprobó su desafuero, contra el cual se manifestó Corral.
Desde su primera estancia en San Lázaro, y sobre todo cuando fue senador, Corral ha pugnado por una legislación de medios de comunicación que sirva a la sociedad en general y no más a un reducido grupo de familias. Por eso, cuando se pretendió dar un golpe de mano para aprobar reformas a las leyes de telecomunicaciones y de radio y televisión (la reforma a la que el público bautizó como ley Televisa), que confirmaban ese dominio avorazado, Corral encabezó la oposición a tales enmiendas y adiciones, aun en contra de los designios de su propio partido. También arrostrando el riesgo de distanciarse de sus correligionarios, fue el principal impulsor de la acción de inconstitucionalidad en cuya sentencia la Suprema Corte de Justicia de la Nación eliminó algunas de las más burdas decisiones legislativas a favor de los poderes fácticos.
Como diputado por segunda vez, Corral denunció primero que nadie maniobras parlamentarias y administrativas que preparaban el ingreso privilegiado de Televisa en la telefonía celular, movimiento que se concretó después en la licitación 21, la que a precio de ganga entregó a la sociedad Nextel-Televisa un gran gajo del espectro radioeléctrico, en cuya revocación sigue trabajando el diputado panista. Su firme posición en ese lance lo condujo a un agrio y explícito desacuerdo no sólo con el secretario Juan Molinar sino con el presidente de la República mismo. Lúcido conocedor y practicante de los principios panistas, y distante por ello del pragmatismo de la actual administración que accedió al sueño de Fox de enviar de vacaciones a la doctrina, y en mayor medida adversario del yunquismo extremista, la posición de Corral en su partido es difícil. Pero su perseverancia y su inteligencia le han permitido sortear escollos, que hasta buscaron impedir su regreso al Congreso en 1999, y en cambio contribuir a que su fracción parlamentaria transite por rumbos que no siempre son acordes con el prontismo del Ejecutivo.
Como firme demócrata que es, Corral impulsa y teje alianzas. Buscó influir en el PAN para que se coaligara con el PRD en el proceso electoral de 1998-99 en Hidalgo. Predicando con el ejemplo, él mismo fue candidato al gobierno de Chihuahua en 2004 con el apoyo de una alianza de esos partidos. Alentó las que se practicaron el año pasado. Como delegado panista en Oaxaca, su empuje en la campaña de Gabino Cué fue uno de los factores determinantes de la victoria. Y como bien lo sabe López Obrador, que recorrió minuciosamente aquella entidad junto con el entonces senador y hoy gobernante oaxaqueño, Cué se propone servir a las mismas causas que el fundador del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
López Obrador es contrario a las alianzas con el PAN a partir de 2006, porque ese partido se benefició de la ilegalidad que lo privó de la Presidencia. Esa posición lo ha conducido a lo que yo pienso que es un error: no sólo no apoyar las alianzas sino fulminarlas con sus dichos. Siendo como es un dirigente de gran influencia política, lo que hace y dice modela la percepción que sus seguidores tienen de los acontecimientos y las personas. Por ello tiene el deber de sustentar sus opiniones en información cierta y no en meras impresiones coyunturales y pasajeras.
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