7 de febrero – Mural
Eduardo Caccia
¡Celebremos un milagro!, las posibilidades de que estés leyendo estos renglones son tan bajas como el .06 por ciento de lectores de periódico que deciden leer una columna de opinión. De acuerdo con la Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumos culturales, de Conaculta, realizada y difundida a finales del año pasado, me parece que las cifras de terror en México no sólo deberían estar ligadas al narco-terror sino también a la cultu-terror.
No podemos ni debemos negarlo, somos un pueblo inculto (la palabra no puede ser más precisa, carecemos de cultura), que vive la gran paradoja de saberse heredero de una gran cultura.
Un poco de los números de terror: la encuesta con representatividad nacional incluyó entrevistas cara a cara con 32 mil mexicanos, desde los 13 años en adelante. El 40 por ciento dijo nunca leer periódicos; del 60 por ciento que sí los lee, sólo el 1 por ciento lee artículos y columnas de opinión. El 68 por ciento dijo no haber leído un solo libro (quitando aquellos obligatorios por la escuela o por la profesión) en los últimos 12 meses.
El 86 por ciento no ha ido nunca a una exposición de artes plásticas (supongo que si se consideraran las idas al palenque a ver cantar a las artistas plásticas, las rellenas de silicón, el porcentaje bajaría considerablemente). El 87 por ciento nunca en su vida se ha parado en un centro cultural (podríamos también mejorar este índice si la pregunta fuera “¿al menos ha pasado por ahí?”).
Un abrumador 90 por ciento dice que sí ve la tele (¡uf!, los productores de “100 Mexicanos Dijieron”, respiran), de ellos, casi la mitad lo integran los que ven noticieros (23 por ciento) y telenovelas (21 por ciento). El 50 por ciento nunca lee revistas, y del resto que sí lo hace, un abrumador 31 por ciento lee las de “espectáculos”.
Si estas cifras no son para dejarnos pensando, consideremos estos datos que he conseguido de otras fuentes periodísticas: en Madrid, el tiraje de periódicos es de un millón 600 mil ejemplares diarios; en Buenos Aires, de un millón 200 mil; en Bogotá, de un millón; en Lima, 800 mil; en Monterrey, 500 mil y ¡en Guadalajara, 100 mil!
Eso sí, se estima que la revista TV Notas imprime 900 mil cada quincena. Entiendo que es mucho más atractivo comparar el antes y después de las fotos de Ninel Conde para analizar si ahora tiene más bubis, que analizar los números de este artículo.
El gran tema de fondo no es si conocemos los números, sino si conocemos los significados. Toda encuesta, al ser un proceso cuantitativo, tiene la limitante de no decirnos el porqué de las cosas, y si no conocemos el porqué, no conocemos la causa, y si no conocemos la causa, no tendremos la cura. Por ello, me parece que el ejercicio de Conaculta es incompleto. El mundo cuantitativo dice “si algo existe, debe poder medirse”, el cualitativo complementa: “si algo existe, debe tener un significado”.
El rediseño de una política nacional que incremente el consumo cultural equivale a entender que hay que administrar los símbolos y los significados alrededor de la cultura. La gente valora más las cosas por lo que significan que por lo que son. Darle el valor simbólico correcto a la cultura debería ser el enfoque de quienes manejan los destinos culturales.
Por ello es de celebrar que haya iniciativas como la de Eduardo Cruz, coordinador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura desde la Universidad Autónoma Metropolitana, que estén empujando para hacer de la cultura no sólo algo rentable, sino “algo”, que exista para millones que hoy ni la ven.
Curar el narco-terror lleva una buena dosis de curar la cultu-terror, la cultura chatarra que impera y de la cual se han valido mucho los poderes fácticos de este País (civiles, militares y religiosos) para establecer su control. Un pueblo inculto es un pueblo manipulable. ¿A quiénes les conviene esto? No tenemos la cultura que le conviene al País, pero sí la que favorece a los manipuladores. Como pueblo, no tenemos el Gobierno que nos conviene, pero el Gobierno sí tiene al pueblo que le conviene.
Un milagro es el cruce de lo inesperado, celebremos entonces. Se han cruzado tus ojos con mis letras.
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