1° de octubre – Reforma
Por: Miguel Ángel Granados Chapa
El gobierno de Jalisco debe más de 700 millones de pesos a la Universidad de Guadalajara. Varias decenas de miles de miembros de esa institución, la segunda más antigua y más grande del país, exigieron el miércoles el pago de ese adeudo, en el centro de aquella ciudad, ante el palacio donde despacha Emilio González Márquez, el góber piadoso, conocido por su dispendio a favor de Televisa y de la Iglesia Católica. Cuando se trata de donaciones a ambos poderes fácticos, el gobierno estatal hace piruetas presupuestales y consigue los recursos que ahora niega a la universidad pública.
La UdeG no pide un favor, ni quiere dinero para dilapidarlo: “La no entrega de esos recursos -explicó la semana pasada el Consejo Universitario-, producto de convenios signados entre el gobierno del estado y la Federación, pone en riesgo, entre otras cosas, la ampliación de la matrícula de acuerdo con metas nacionales, la calidad y consolidación de diversos programas y, aunada a la presión que significa el aumento en la nómina de jubilados, la estabilidad financiera de la institución”.
Desde su establecimiento como universidad laica y progresista en medio de una diócesis particularmente conservadora, la UdeG (cuya primera agrupación formal de alumnos fue el Frente de Estudiantes Socialistas de Occidente) ha sido pluma de vomitar del catolicismo cerril jalisciense, que ha pugnado por debilitar a la institución universitaria, al punto de constituir una alternativa para la formación de sus propios cuadros, la Universidad Autónoma de Guadalajara, asiento en sus orígenes de los Tecos, una de las agrupaciones secretas de extrema derecha mejor organizadas, más poderosas y por lo tanto más peligrosas para la convivencia armónica de los tapatíos.
El ascenso de González Márquez al gobierno estatal marcó una nueva etapa en la percepción conservadora de la universidad, ahora desde el poder político. El gobernador se entendió con Carlos Briseño, miembro de segunda fila del grupo dominante en la Universidad de Guadalajara, y alentó sus aspiraciones a la rectoría. Ese grupo dominante cometió el error de hacer que Briseño fuera elegido, y pronto percibió los alcances de su equivocación. El rector se rebeló contra el núcleo de poder del que procedía y olvidando que había sido su jefe político, pretendió destituir de sus cargos a Raúl Padilla, quien ha aprovechado su preeminencia en la universidad para construir y consolidar iniciativas de servicio que han situado a la UdeG en un primer plano de la difusión cultural.
No obstante el impulso que a esa pretensión de Briseño dio el gobierno estatal, el intento del rector resultó fallido y, en vez del despido de Padilla, el Consejo Universitario concretó el de Briseño mismo, en agosto de 2008, sólo 17 meses después de su toma de posesión.
Tras de infructuosos intentos judiciales y políticos por recuperar la rectoría, y ante el abandono de su aliado el gobernador, Briseño desistió de modo extremo de su empeño, quitándose la vida.
El gobernador no desistió. Además de privar a la universidad de los 700 millones que su gobierno adeuda, tendió una cortina de humo para cubrir su incumplimiento y de paso incidir de nuevo en la vida interna de la universidad. Como si reclamara opacidad en las cuentas universitarias (siendo que las examina la Auditoría Superior de la Federación), insinuó que Padilla -cuyo liderazgo estorba al gobernador- aprovecha recursos públicos en su beneficio personal. Sin caer en el garlito de personalizar un litigio institucional y aun histórico, el Consejo Universitario convocó a la gran manifestación ocurrida anteayer.
Esa expresión de la comunidad universitaria en pleno quedó reforzada por el apoyo de dirigentes estatales de partidos políticos y el de los alcaldes priistas de Guadalajara, Tlaquepaque y Tonalá. Pero fueron especialmente significativos los avales morales que a la causa de la UdeG expresaron el escritor Fernando del Paso, con su presencia, y mediante una carta el rector de la Universidad Nacional, José Narro Robles, cuya autoridad se ha sentado inequívocamente con motivo del centenario de la institución que encabeza. La UdeG confió a la solvencia política y académica de Tonatiuh Bravo Padilla, rector de su Centro Universitario de Ciencias Económicas y Administrativas, la lectura de aquella carta, que importa conocer íntegramente. Dirigida a la comunidad de la Universidad de Guadalajara, dice así:
“En todo momento he expresado que comparto el punto de vista de quienes sostienen que la educación superior es estratégica para el desarrollo de nuestro país y que bajo ninguna condición se debe escatimar el apoyo presupuestal a las universidades públicas de México.
“La Universidad de Guadalajara es una de nuestras instituciones mayores y como tal debe ser apoyada por la sociedad. Esto incluye, por supuesto, el otorgamiento de la totalidad de los recursos financieros comprometidos, los de orden federal y también los estatales.
“Por este conducto expreso mi solidaridad con las demandas planteadas por la institución y hago votos por la solución de la problemática que afecta a la gran Universidad de Guadalajara”.
A lo largo de su trayectoria como dirigente estudiantil, funcionario, profesor y rector de la UdeG, y como presidente de las empresas que tanto brillo sustantivo han dado a esa casa, Raúl Padilla ha mostrado su fidelidad a la institución. Es seguro que se apartaría de ella si su presencia fuera realmente un obstáculo para su desarrollo.
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