Felipe Calderón consiguió uno de su objetivos más preciados: colocarse en el centro de la atención, disputar espacio mediático en el Mundial. El presidente comprueba que la nota es de quien la trabaja, y a eso está dedicado en cuerpo y alma. Sin embargo, se plantea un problema, ¿se vale que el presidente gane el protagonismo a como dé lugar?
Lo central de la discusión no ha sido si Calderón debiera asistir o no al juego inaugural -lo que en general no fue bien visto-, sino con respecto a los dos intentos de manipulación de la opinión pública. El primero, la fallida encuesta tratando de ganar votos de simpatía que aprobaran la supuesta necesidad nacional de que el primer mandatario asistiera a ese juego. El segundo intento resultó patético.
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