Darío Ramírez / El Universal
Jorge Ochoa, Valentín Valdés y José Luis Romero, son los periodistas asesinados en el primer mes del año. Son tres periodistas más que se unen a la pavorosa lista de 12 homicidios de comunicadores en 2009. Son tres asesinatos que seguramente quedarán impunes conforme a la experiencia de los anteriores. Son tres razones más para que periodistas mexicanos dejen de escribir sobre temas que los pueden poner en peligro. Porque el camino más seguro, la práctica más común, comienza a ser la autocensura. Ninguna nota vale una vida. Es necesario reparar, analizar, debatir y concluir qué le está pasando a nuestra prensa que vive, al igual que la sociedad entera, en esta espiral de violencia. Sin llegar a conclusiones simplistas, debemos de entender que el ejercicio periodístico se está fracturando. La violencia está promoviendo un periodismo inocuo y alejado de la investigación y de la ética. Los periodistas cada vez más se alejan de lo que Kapuscinski llamó los sentidos del periodista “estar, ver, oír, compartir y pensar”. El periodismo no es inmune a la violencia. Esta ruptura del ciclo informativo, al final, repercute en la convivencia social, en la rendición de cuentas, en la toma informada de decisiones y en la consolidación del sistema democrático. No hay democracia consolidada que no tenga y promueva una prensa libre y fuerte. La violencia está debilitando la nuestra.
Nota completa: El Universal – Columnas.
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