Álvaro Cueva (HEY)
Todavía no nos terminábamos de reponer de Josmar y de su secuestro aéreo cuando ya nos estábamos enterando de la balacera que se desató en el metro de la Ciudad de México.
Y en ambas noticias, lo mismo: Dios, miedo, el gobierno y la televisión. ¡Qué historias!
A diferencia del caso del avión, como lo del metro no coincidió con los servicios informativos de mediodía, no hubo “reality show” en vivo pero sí pasó algo que llamó la atención:
Vimos una y otra, y otra vez, la muerte de un hombre en pantalla, y en lugar de sorprendernos, de molestarnos o de conmovernos, la nota no era ese pobre señor de camisa blanca al que le dieron de balazos hasta dejarlo tendido en el piso sino el asesino y todo lo que provocó en el metro.
¡Caray! ¿Se puede ser más insensible en la vida? Estamos hablando de una persona como usted o como yo, con una familia, con amigos y con compañeros de trabajo.
¿Cómo se sentiría usted si su muerte acabara siendo un espectáculo televisivo jala “rating”? ¿Cómo cree que se sintieron la esposa, los hijos, los amigos y los compañeros de ese hombre al verlo morir de semejante manera?
No era un actor interpretando a un personaje, no eran efectos especiales. Era una muerte real. ¡Real!
¿Qué necesidad había de transmitirla? ¿Qué necesidad había de transmitirla así, sin respetar la intimidad de ese señor, sin avisarle al público de la magnitud de esas imágenes?
¿Hubiera cambiado en algo la nota si usted y yo no hubiéramos visto hasta el último suspiro de ese hombre? ¡Aguas! Esto es más delicado de lo que parece.
Opinión completa:
http://impreso.milenio.com/node/8644276
0 Comments