Revista Proceso
7 de Septiembre de 2009
Jesús Cantú
Ante su debilitamiento político, en su tercer informe de gobierno el presidente Felipe Calderón apostó otra vez al posicionamiento mediático, con un discurso impactante y efectista, pero plagado de falacias y carente de propuestas concretas.
Abrumado por la ausencia de resultados positivos en los ámbitos político, económico y social, recurrió a lo que mejor hace: la mercadotecnia política. Como hace casi tres años, cuando rindió protesta en San Lázaro, optó por dirigir su mensaje a un público selecto y a modo, frente a una cámara de televisión y un micrófono.
En la primera parte del discurso, el presidente mencionó los cinco “desafíos históricos que han puesto a prueba nuestro espíritu y nuestra fortaleza como nación”: la crisis económica, la aparición del virus A/H1N1, “la mayor virulencia registrada de los grupos del crimen organizado”, la caída severa en la producción de petróleo y el impacto de una de las peores sequías en décadas. Todos, según él, fenómenos totalmente exógenos, imprevisibles y ajenos al gobierno.
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