Por: Irene Selser / Grupo Milenio / Columna: Daños colaterales
Es de esperarse que en estos días, a poco de cumplirse los 37 años del escándalo de escucha telefónica en el edificio Watergate, que comenzó a destaparse el 17 de junio de 1972, y que obligó a renunciar al presidente republicano Richard Nixon, la prensa estadunidense ofrezca nuevos datos sobre un acontecimiento que marcó a una generación —en plena debacle militar de Estados Unidos en su guerra de entonces, Vietnan—, y que pasó a la historia como una leyenda del periodismo (no sin la ayuda de los servicios de inteligencia).
Según se sabe ahora, gracias a las memorias publicadas por un ex periodista del New York Times, Robert Phelps, hoy de 89 años, tanto él como su colega Robert Smith supieron antes que nadie del encubrimiento de Nixon al espionaje contra los demócratas, pero “dejaron pasar” la historia.
Según el Times, en una admisión que es considerada con razón por otros medios como “una de las más dolorosas de la historia de los periódicos” (The Guardian), en estos años, Smith y Phelps “observaron desde afuera cómo Woodward y Bernstein recibían premios Putlitzer, contratos para libros y películas y fama por su reportaje de investigación sobre el escándalo de Watergate”, cuando ellos conocieron de la trama antes que sus rivales del Washington Post.
En agosto de 1972, dos meses después del arresto de cinco hombres por el allanamiento de la sede del Comité Demócrata Nacional en el complejo de oficinas Watergate, en Washington DC —la punta del iceberg que en agosto de 1974 llevaría a Nixon a dimitir— Smith y Phelps tuvieron acceso a detalles claves del escándalo. Smith fue alertado en una comida privada con Patrick Gray, director del FBI. Gray le dijo a Smith que el ex procurador general, John Mitchell, que dirigía la campaña de reelección de Nixon, estaba involucrado en el encubrimiento de la entrada al hotel y que intentaba poner micrófonos en las oficinas del Comité Nacional Demócrata.
Smith le preguntó a Gray qué tan lejos llegaba. “¿Hasta el presidente? Él se sentó allí y me miró, y no respondió. Su respuesta estaba en su mirada”, dice ahora Smith. El periodista corrió a la oficina del Times en Washington, y abordó a Phelps, un editor. Phelps tomó notas y grabó la conversación, pero no pasó nada.
Una explicación es que el día que Smith recibió la noticia del encubrimiento también fue su último día en el periódico; y poco después Phelps se fue de vacaciones un mes a Alaska.
Así, fue la inercia del New York Times lo que les permitió a Woodward y Berstein robarse el espectáculo. Y la honestidad de Phelps, al atreverse a contarlo en sus Memorias, la que hace posible conocer más detalles de una de las mejores historias.
Nota completa en: http://impreso.milenio.com/node/8581976
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