Por Diego Beas / Grupo Reforma / Columna: Ruta 66
¿Qué tienen en común The Seattle Post Intelligencer, The Christian Science Monitor, The Rocky Mountain News y The Tucson Citizen, aparte, claro está, de que todos son diarios que comenzaron a circular en el siglo 19?
Lo que comparten los cuatro -junto con una lista aún más amplia- es el triste honor de haberse visto obligados a poner fin a su edición impresa en los últimos meses -el último caso, el de The Tucson Citizen, sucedió apenas el sábado, después de 138 años de circulación ininterrumpida.
Afirmar que la prensa está en crisis en Estados Unidos se está volviendo cada vez más lo que aquí llaman un “understatement” -una afirmación que no alcanza a describir el alcance de lo que sucede-. Hasta hace muy poco se hablaba de la convergencia digital y de un futuro prometedor de convivencia híbrida. Hoy, algunos, directamente ponen en duda la capacidad de sobrevivencia de una industria que a lo largo de al menos los dos últimos siglos ha sido consustancial a la conformación de sociedades plurales y democráticas.
Hace unas semanas, el comediante de la NBC, Jay Leno, sintetizaba con ingenio el quid de la cuestión: “Felicidades al New York Times, esta semana ganó cinco premios Pulitzer, ¡cinco!”. Antes de añadir, “sí, leí la noticia en Internet, en Google News”.
¿Por dónde pasa el futuro de la prensa impresa en Estados Unidos -y, para tal caso, del resto del mundo, que, con el debido retraso, se limita a imitar las tendencias iniciadas aquí-?
El lunes, un foro en la Brookings Institution con dos de las mentes más lúcidas en el tema intentó responder la pregunta. Michael Kinsley -editor fundador del portal Slate, uno de los primeros experimentos de periodismo digital- y Walter Isaacson -ex director de la CNN y hoy presidente del Alpen Institute-.
La pregunta de fondo -la que todos los directores de los grandes diarios intentan responder con desesperación- es cómo encontrar un modelo de negocio en la era digital; aún más, cómo asignar valor monetario a la información en una época en la que ésta circula libremente y se reproduce sin costes marginales.
En la opinión de Isaacson, la crisis actual es, en parte, una crisis de monopolios. Cada ciudad tiene un diario -o un par de diarios- que domina el mercado publicitario. “El problema de Los Angeles Times”, ejemplificó Kinsley, “es que hoy sus lectores tienen acceso al New York Times, y al Financial Times y al Wall Street Journal”.
El estrepitoso descenso de la circulación de los diarios -17 por ciento sólo este año- tiene, sin embargo, un matiz irónico: sucede en un momento en el que la demanda por información de calidad es mayor; cuando, en otras palabras, hay más consumidores de noticias que nunca.
El caso del New York Times es particularmente interesante e ilustrativo. El diario sin duda más reputado del mundo, con la redacción y cobertura más amplia -mil 200 redactores y más de 25 corresponsalías en los cinco continentes- y, a pesar de ello, en serios aprietos económicos.
El lunes, en la portada de la sección de negocios del propio periódico, David Carr, columnista que cubre prensa y medios, se preguntaba directamente: “¿podrán los propietarios del Times sobrevivir los cambios históricos que sacuden a los medios?”
La prensa escrita ha sido golpeada doblemente, por la crisis del papel y la crisis económica. Con una deuda de mil millones que se resiste a ser refinanciada y un descenso sostenido de la circulación, la Dama Gris lucha por su vida. Y lo hace mejor que nadie.
El Times tiene, sin lugar a dudas, la mejor y más innovadora estrategia digital. Experimenta no sólo con distintos modelos de cobro -una vez más, cambiará su esquema en los próximos meses-, pero con nuevos formatos y modelos de distribución. Su sitio, por ejemplo, cuenta con más de 70 blogs sobre todo tipo de temas que van desde las experiencias de sus corresponsales en Bagdad hasta bitácoras que ahondan en energías renovables o las últimas tendencias en el mundo del código abierto -haciendo su parte para profesionalizar un nuevo género periodístico que algunos continúan tratando como de segunda clase-.
Hace un par de semanas, el dueño del diario, Arthur Sulzberger, participaba en el lanzamiento del Kindle DX, el nuevo artilugio de Amazon diseñado específicamente para la lectura de diarios y textos académicos -una pantalla del tamaño de un libro de texto que se conecta a la red celular y de la cual descarga el periódico del día en sólo segundos-.
Y la pasada semana, presentaba Times Reader 2.0. Una aplicación desarrollada por el propio periódico a medio camino entre un navegador y una replica de la versión impresa que representa un paso importante en la búsqueda del soporte de distribución del futuro.
En Brookings, el consenso giró en torno a un paisaje mediático completamente transformado de aquí a unos pocos años. ¿Qué forma tendrá? Demasiado pronto para saberlo. Será, eso sí, radicalmente distinto al actual.
Por ahora, existe una certeza, lo que aquí llaman “dead tree journalism” -tinta, papel y publicidad- tiene los días contados. Y, una vez más, Estados Unidos corre con la innovación, mientras el resto…
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