El poder y los modos de la mafia

Por Miguel Ángel Granados Chapa / Grupo Reforma

En enero del año pasado, la editorial Random House Mondadori pidió a Carmen Aristegui una crónica de su entonces reciente salida de XEW, que se convirtió en un acontecimiento público dada la relevancia de la periodista en los medios electrónicos. Poco después, en febrero, Carmen conoció al fotógrafo Ricardo Trabulsi, que le hizo un espléndido retrato con que se abrió en el número de abril de la revista Gatopardo la entrevista que sostuvieron Galia García Palafox y la periodista que había sido censurada por resultar ingrata al Gobierno panista y a Televisa, semidueña de aquella radiodifusora.

Durante los meses siguientes, Carmen buscó afanosa una alternativa para continuar su trabajo radiofónico (mientras continuaba su programa de entrevistas en CNN en español, que le mereció el premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia y llegó al millar de emisiones el primer día de este mes). Sin que ello la agobiara, cuando la periodista percibió que su esfuerzo por retornar a la radio no necesariamente le permitiría hacerlo en corto plazo, resolvió atender el pedido de la editorial que publica los sellos Debate y Grijalbo. Pero aceptaría escribir no la memoria de su despido, sino una serie de entrevistas con quienes vivieron, los más de ellos en el centro de la escena pública, los 20 años corridos desde que el fraude electoral impidió la transición a la democracia en 1988. Por su parte, Trabulsi tenía la idea de un libro con fotografías de personajes públicos. Reunidos ambos proyectos en uno solo, la periodista y el fotógrafo comenzaron a trabajar. Aunque esas tareas se interrumpieron o hicieron más lentas a partir del 12 de enero, cuando Carmen retomó el micrófono en MVS, una de las emisoras de la familia Vargas (con la que la periodista había tenido ya una relación profesional mutuamente satisfactoria), los autores han realizado una veintena de entrevistas y en cumplimiento de su calendario llegaron el 15 de abril a la casa del León Rojo, en Francisco Sosa, en Coyoacán, para una conversación acordada con el ex Presidente Miguel de la Madrid.

Que se sepa, la periodista y el fotógrafo no recibieron ninguna recomendación respecto a no fatigar a su entrevistado, debido a su estado de salud. Por ello, el encuentro se desarrolló con amplitud, sin condiciones y por supuesto con la obvia libertad del ex Presidente para expresar lo que fuera su voluntad manifestar, y de la periodista para inquirir lo que juzgara necesario. El resultado de la conversación se agregó al resto de las efectuadas por el dúo profesional, a la espera de la edición correspondiente. Pero tres semanas más tarde una importante porción de su contenido adquirió nueva significación porque el sucesor de De la Madrid, Carlos Salinas, quedó de nuevo ante los reflectores, como ocurre de tanto en tanto desde que eligió poner fin al exilio voluntario que comenzó poco después del ridículo ayuno con que buscó protestar por la aprehensión de su hermano Raúl, ocurrida en febrero de 1995.

A veces Salinas es el eficaz promotor de su presencia en los medios. En otras, sin embargo, sucesos fuera de su control lo colocan a la mitad del foro. La aparición del libro de Carlos Ahumada produjo ese efecto. El empresario corrupto y corruptor comprobó con su propio dicho lo que buena parte del público y la propia víctima sabían desde siempre: que el ex Presidente había concertado diversos intereses en contra de Andrés Manuel López Obrador, cuyo crecimiento político se quiso frenar con la difusión de videograbaciones que mostraran la deshonestidad con que se conducían René Bejarano y Gustavo Ponce, cercanos colaboradores del Jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Atenta al principio de oportunidad periodística, Carmen Aristegui resolvió presentar en su programa radiofónico (que había tenido ya un sonado éxito el 12 de febrero, al presentar opiniones del entonces Secretario de Comunicaciones Luis Téllez sobre el propio Salinas, culpable de “robar la mitad de la partida secreta”, según el dicho de quien fue allegado) opiniones severas de De la Madrid sobre quien fue su heredero en la Presidencia. En la víspera, la periodista comunicó esta decisión a la oficina de De la Madrid, de donde nadie expresó que hubiera inconveniente para hacerlo.

Los juicios sobre Salinas y su familia salieron al aire el miércoles 13 de mayo. Tuvieron de inmediato gran repercusión. Los portales de los diarios capitalinos, los blogs ciudadanos que proliferan, los programas periodísticos de la competencia, reprodujeron las palabras de De la Madrid. Al día siguiente, los medios impresos les dieron también amplio despliegue. Es probable que ninguna exclusiva radiofónica haya provocado tanto efecto en los medios y por consiguiente entre sus oyentes y lectores. Sólo las televisoras del duopolio ignoraron el hecho, tanto para proteger a Salinas como, en el caso de Televisa, por no conceder espacio al éxito profesional de Aristegui. Ya el 18 de diciembre anterior la mezquindad de esa empresa se había comprobado al informar de la entrega de la medalla al mérito ciudadano por la Asamblea Legislativa. La recibieron, en el mismo acto, Aristegui y Virginia Sendel. Sólo ésta apareció en las pantallas de Televisa, como si únicamente ella fuera la recipiendaria.

En Londres, donde pasa la mayor parte del tiempo (de lo cual dieron noticia al hablar mal de él Téllez y Ahumada), Salinas reaccionó inmediatamente. Mejor dicho, aplicó la fórmula que había preparado con anticipación. Acaso enterado de la visita de Aristegui a De la Madrid, y tal vez al tanto de lo que su benefactor piensa ahora de él y temeroso por ello de que sus opiniones fueran difundidas, maniobró para previamente desautorizarlas y restarles solidez. El 8 de mayo apareció en La Crónica de hoy una extraña noticia, sin fuente, que era en realidad un diagnóstico clínico: “El ex presidente De la Madrid se encuentra delicado de salud… está somnoliento en las reuniones y casi no conversa con sus allegados… Algunos familiares han comentado que el ex presidente… padece de un enfisema pulmonar muy avanzado, lo que ha generado problemas de oxigenación y circulatorios. Esto ha derivado en irrigación insuficiente en el cerebro. Se trata de un mal degenerativo y avanzado, por lo que estiman que la oxigenación insuficiente ha provocado la pérdida de un tercio de su función cerebral”.

Sin embargo, al día siguiente, 9 de mayo, la oficina de De la Madrid desmintió esa información mediante la afirmación escueta, pero contundente, de que el ex Presidente “se encuentra bien de salud”. A la luz de lo acontecido después, el boletín correspondiente se convirtió en un certificado oficial de salud, contrario a todo diagnóstico fabricado ante la conmoción provocada por sus palabras una semana después.

Salinas dio al menos dos pasos el propio miércoles. Buscó a sus hombres en el PRI, que se hallaban en la reunión preparatoria de la fracción priista en la Comisión Permanente del Congreso. Los hombres de Salinas encabezan las fracciones priistas en el Congreso: Manlio Fabio Beltrones, a quien ese ex Presidente hizo Gobernador de Sonora en 1991, y Emilio Gamboa, secretario particular del Presidente De la Madrid y luego, bajo Salinas, director del Infonavit y del IMSS, y Secretario de Comunicaciones. Al recibir un telefonema desde Londres, Gamboa fue a casa de su ex jefe, portador de un mensaje silenciador como los que estila la mafia, que De la Madrid recibió sumiso, acaso decepcionado de que sus propios hijos, Enrique y Federico, se sumaran a la presión acalladora en vez de defender la autonomía de su padre basados en la convicción sobre su buena salud que de su propia casa había salido menos de una semana atrás. Degradándolo, convirtiéndolo en cosa, quién sabe por qué arte suasorio, se le hizo decir: “actualmente me encuentro convaleciendo de un estado de salud que no me permite procesar adecuadamente diálogos y cuestionamientos, tal como consta en las grabaciones difundidas por la señora Aristegui en las que mi tono de voz se escucha débil y confuso. Por lo que dejo en claro que después de haber escuchado la entrevista con la señora Aristegui, mis respuestas carecen de validez y exactitud”.

Sin autoridad de ningún género, Salinas se atrevió, ese mismo día, a reprender a la periodista. Ya veremos con qué efectos.

jakysahagun

mayo 19, 2009

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