La Jornada Jalisco / El Loby
Por Mauricio Ferrer
La crisis alcanzó a los amigos
Cuando arribé a la Perla Tapatía, hace más de 10 años, para cursar la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Valle de Atemajac, tuve contacto entonces con uno de los más importantes diarios locales de esa época: Siglo 21.
Me tocó muy poco de ese rotativo, muy a semejanza de El País, de España, pues por sus razones conocidas cerró para que, tiempo más tarde, la planilla de periodistas emprendiera otro proyecto informativo: Público, de la cadena Multimedios, dueña de Milenio, en el Distrito Federal.
Hace poco fuimos testigos de esos 10 años de Público, un diario que poco a poco fue transformándose, como la mayoría de los medios impresos en el mundo. Se redujo el número de caracteres en los textos para darle mayor realce a la imagen, plasmada en fotografías, infografías, recuadros y demás; la tipografía cambió, entre otros detalles que, a los que solemos ser muy tradicionalistas en la lectura de los rotativos, no nos agradó, pero tampoco nos desagradó, por una simple y sencilla razón: la mayoría de los miembros originales, iniciadores de Público, seguían ahí.
Hoy, la mutación en los medios impresos vuelve a pegar a uno de los diarios locales con peso en la opinión pública. Hoy, la evolución no radica en el tipo de letra, la nota secundaria, etcétera. Hoy, el cambio se llama crisis.
Ya el 9 de diciembre pasado la crisis económica mundial anunciaba la bancarrota del grupo editorial Tribune, propietario de Los Angeles Times, Chicago Tribune, entre otros productos.
En México, el incremento del dólar ante el peso nacional ha elevado los costos de producción en los medios impresos. Y esto se ha visto reflejado en Público–Milenio, que hace tres días pasó tijera en la redacción, despidiendo a más de 20 trabajadores; algunos de reciente contratación, otros, testigos de cuando las puertas de Público fueron abiertas.
Apenas hace dos días, en un crucero de la ciudad, un voceador portaba una camiseta del mencionado diario: “El valor no está en el precio”. ¡Exacto! El valor de Público, como de cualquier otro diario, ha sido y siempre lo será el equipo de personas que lo han catapultado a ser referencia local, como fue Siglo 21 a nivel nacional, con el mismo grupo de periodistas que lo echaron a andar en los 90.
Público se queda con un nimio número de periodistas, todos ellos de gran profesionalismo, clase, estilo, que les tocará que el barco sobreviva a la tormenta económica o naufrague en la misma. No dudo, para nada, que quienes quedan en el diario puedan sacarlo adelante, aunque costará doble tiempo y doble esfuerzo.
No he encontrado ni un ápice de envidia o recelo ante la información de otros medios como la publicada aquí, en La Jornada Jalisco, de parte de alguno de los periodistas que hoy se quedan y de los que hoy se van de Público. Al contrario, el profesionalismo de todos ellos ha hecho que, ante algún tema propio de La Jornada Jalisco o de cualquier otro medio impreso, se “suban” a la misma información, porque lo importante no es que la nota “la traiga” fulanito o sutanito de tal, sino que se entere el mayor número de gente sobre la transa del político o la historia que puede conmover el alma a través del llanto o la risa.
A los que se fueron, mis respetos y reconocimiento, porque de cada uno de ellos he aprendido, al leerlos y al compartir con ellos, mucho de la llamada ética periodística que, a resumen del fallecido Kapuscinski, no me queda más que traerlo a colación en este espacio: “para ser buen periodista, hay que ser buena persona”.
De Vanesa Robles he aprendido y leído las mejores crónicas, documentos que han retratado la vida, la cotidianeidad y la historia de los tapatíos. La mejor cronista de la ciudad ya no tuvo cabida para las finanzas del diario.
Ricardo Ibarra, elemento recién adquirido por el rotativo, es quizá uno de los mejores conocedores de las culturas indígenas, además de excelente cronista con quien compartí textos durante mi estancia en los Medios de la Universidad de Guadalajara.
Dolores Reséndiz fue, tal vez, una reportera que desmenuzó muy bien el actuar del Ayuntamiento de Guadalajara y cuya iniciación en la política empezaba a rendir frutos.
El humor de José Soto, plasmado en La Tremenda Corte, va a ser difícil de reemplazar, así como también su estilo en El Correo del Lector o su minucioso cuidado en Público en Privado. Mariño González deja a muchos fans del cómic –en especial de Batman, como un servidor– sin los textos de Disco Roboto.
Y así, un aplauso a Rebeca Pérez Vega, Karla Bañuelos, Luz Vázquez, Rafael del Río y demás, cuyos nombres no recuerdo ahorita pero que, créanme, aunque suene cursi, se me hace un nudo en la garganta de saber que en ese espacio llamado Público ya no se podrán leer sus palabras, sus textos, sus historias, sus entrevistas, sus fotografía y demás.
Lo que queda de esperanza es que las palabras, textos, historias, entrevistas, fotografías y demás cosas que seguirán haciendo, se tendrán que leer, escuchar o ver en algún otro espacio.
Eso, compas, no pueden negárselo a los lectores, a quienes les han seguido; eso representaría una reducción en las finanzas del pensamiento compartidas a una opinión pública. Eso sí sería una crisis.
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